Scene nine: Almuerzos y balones

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La puerta caoba con detalles dorados que se encontraba en frente de ella era imponente, daba la sensación de ser más alta que las demás puertas —aunque posiblemente tuviera esa perspectiva por su baja estatura— y realmente le hacía dudar entrar, p...

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La puerta caoba con detalles dorados que se encontraba en frente de ella era imponente, daba la sensación de ser más alta que las demás puertas —aunque posiblemente tuviera esa perspectiva por su baja estatura— y realmente le hacía dudar entrar, pero su entusiasmo y felicidad rebasaban por mucho esas pequeñas manchas de dudas que brotaban en su mente.

Decidida y guiada por su ímpetu tocó repetidas veces la puerta de madera lo suficientemente alto para que su tutor la pudiera escuchar, pero no hubo ninguna respuesta de su parte.

— Quizá está muy cansado— murmuró recordando como la mayoría de los días siempre llegaba muy tarde, ocasionando que algunas veces su interacción se viera limitada.

Sin embargo lo primero que hacía el héroe al llegar a su hogar era ir a ver a Konoe, la arropaba cuidando que no pasara frío y acariciaba sus rizados cabellos rubíes. Claro que en un inicio la niña no se percataba de ello, pero con el pasar de los días lo sorprendió haciendo aquella acción, desde esa noche la efélide aparentaba dormir con el único propósito de poder recibir sus atenciones que le brindaban una paz que fluía dentro de su ser.

De la forma más silenciosa posible tomó el picaporte dorado que resplandecía de lo pulcro y elegante que era y abrió la puerta de la habitación. La joven titubeó al asomar su cabeza por la puerta, estaba invadiendo un terreno inexplorado dado que jamás había entrado a la habitación de su tutor; pero no se sorprendió al ver que el lugar desbordaba elegancia y mostraba sus particulares gustos por el orden y el glamour.

A pasos rápidos se dirigió hacia su gran cama, encontrándose a su tutor durmiendo plácidamente entre sus esponjosas almohadas y sabanas blancas, su respiración tranquila y pausada le hacía saber que estaba descansando bien.

— ¿Qué es esto?— rió en voz baja al ver el antifaz para dormir que cubría los ojos del hombre rubio, lentamente los alzó y al ver que seguía durmiendo los dejó en su posición original.

— Pssst Tsunagu despierta— siseaba al tocar las suaves mejillas del hombre, pero sus movimientos eran en vano porque aún seguía dormido, más insistente esta vez comenzó a zarandear su cuerpo—. ¡Tsunagu despierta despierta!, ¡hay que ir a la escuela!

Sin hilosWhere stories live. Discover now