IX

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¿Qué? —dije mirando al joven amo que se encontraba rellenando papeles de la empresa, levantó la cabeza y me miró fijo, de manera seria.

¿Desde cuando eres tan lento? —comentó dejando estirándose en el asiento y levantándose, caminó hasta quedar frente al escritorio quedando de espaldas a él y las manos apoyadas en el mueble— Necesito que prepares un banquete. Una fiesta por el compromiso de mi hija.

— Disculpe que lo contradiga pero ¿No que usted no quería que ella contrajera matrimonio joven? —cuestioné mirando como él soltaba una risa sarcástica y la mirada dirigida hacia mí era de odio puro.

Mi hija tiene la costumbre de involucrarse con los de baja clase, hay que darle una lección ¿No?—caminó dirigiéndose a la puerta -que se encontraba detrás mío- y una vez cerca de mi, paró. Volteó su cabeza para mirarme de manera fija, el odio y repulsión estaban presentes en esos azulado orbes— Si hiciste algo más que besarte con (T/N) olvídate de nuestro contrato, demonio de pacotilla.

Y así fue como se alejó, dejándome parado y confundido ¿Realmente iba a dejar que un humano me tratase así? Estaba más que claro que no puedo hacerle daño por el contrato que nos une pero ¿De verdad estaba arriesgando todo lo que me costó para tener un alma única como la de Ciel por querer tener a su hija? Tenía que dejar de caer en su tentación, pero tal dulce pecado sólo puede ser saboreado por un paladar experimentado.

Sebastian —La voz de Mey-Rin me hizo voltearme, sus ojos debajo de los lentes mostraban una mirada perdida y se mordía el labio inferior— Acompáñame, es urgente. —sin más se dió la vuelta y comenzó a caminar por los pasillos.

Llegamos a la habitación de (T/N), no pude evitar recordar todas las cosas que se llevaron a cabo en cada rincón de la recámara por un momento me dejé llevar por mi mente pero fui interrumpido por la voz de Mey-Rin llamándola. Abrió la puerta y sus orbes azules nos miraron, asegurándose que no había nadie con nosotros luego nos hizo una seña con su mano indicándonos que debíamos entrar rápido.

Una vez dentro la ví, estaba con los ojos rojos por el aparente llanto, las marcas de lágrimas secas en sus mejillas y la punta de su nariz levemente roja.

No puedo casarme con Edgar —dijo parándose frente a mi, yo negué.

Tienes que hacerlo, puede empeorar todo si no. —contesté y ella negó varias veces, diciendo algo que no entendí.

No, Sebas, no puedo hacerlo —tomó mi mano poniéndola en su vientre mientras sus ojos me decían en silencio que estaba desesperada y asustada.— Creo que estoy embarazada.

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Wey k feo salió si q si

Cantarella ||•Sebastian Michaelis×Reader•||Where stories live. Discover now