En ese momento solo era consciente de todo el sudor que le caía por la frente. También sentía la ropa y el cabello empapados.

El vándalo se acercó y lo levantó del suelo hasta sentarlo con una mano con la facilidad que se levanta un muñeco de trapo, sosteniéndolo de la chaqueta roja que llevaba. En la otra mano, la vara de hierro esperando para volver a atizarle.

—Debiste quedarte en casa, chico —soltó levantando la barra incluso más alto. Si la bajaba con todas sus fuerzas, fácilmente podría fracturarle el cráneo.

Sin querer se le escapó una risa entre dientes. No es que fuera su intención hacerlo, pero se había sorprendido a sí mismo antes de poder contenerse. Eso solo puso de peor humor al hombre que lo sostenía.

—¿De qué mierda te ríes? ¿Eres imbécil?

Negó con la cabeza de nuevo. Es que era tan hilarante.

—No debiste robar, anciano —dijo, imitando sus propias palabras.

Voltear la situación, literalmente, no fue tan complicado. Haciendo uso de sus piernas y con el impulso de una mano, pudo levantarse completamente del suelo y al mismo tiempo tirar al ladrón en su lugar anterior. El golpe que se dio contra el asfalto fue suficiente para dejarlo lo suficientemente atontado para darle tiempo de quitarle la maldita vara y luego, inmovilizarlo.

Una de las cosas que siempre traía consigo cuando salía eran las cuerdas; eran muy útiles a la hora de amarrar a la gente que atrapaba y mucho menos raro de conseguir que unas esposas. La vez que intentó comprarse unas recibió miradas no muy simpáticas y desde entonces entendió que era mejor desistir de ellas. Ni siquiera su trabajo valía perder el honor.

Las sirenas empezaban a acercarse, el ladrón debió perder a la policía al meterse a aquella calle tan pequeña y poco transitada, probablemente a través de algún callejón no apto para el paso de vehículos. Quizás se hubiera enterado antes de su pronta llegada, pero había apagado la radio momentos atrás. De todos modos no importaba el método que había utilizado el ladrón, lo que importaba era que tenía que correr y abandonar el lugar.

Cuando la policía llegó a la escena apenas un minuto después, lo único que encontró fue al sospecho amarrado contra una cañería y todo lo robado servido en bandeja de plata dentro del vehículo, sin que no faltara absolutamente nada.

—¿Quién rayos...? —interrogó uno de los oficiales cuando se acercaron para desatarlo y esposarlo. El ladrón echaba humo.

—¡Un maldito vigilante! ¿Qué es esto? ¿Arrow?

Los policías se miraron incrédulos ante la declaración del maleante. Por un segundo hasta pensaron que se trataba de un chiste. ¿Cómo que un vigilante?

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Taehyung salía de la ducha, secándose el cabello oscuro con una toalla, cuando la puerta de la entrada de su apartamento se abrió abruptamente y un pequeño chico rubio ingresó resoplando y soltando maldiciones. Tan acostumbrado estaba ya a que entrara así que no le provocó ningún sobresalto verlo; es más, sin querer sonrió al fijarse en él.

A diferencia de lo que se acostumbraba a ver, no iba vestido con su típico uniforme de patrulla, sino que llevaba camisa y corbata, como un oficinista.

—Hola, hyung —saludó Tae dejando caer la toalla alrededor de su cuello. Era un poco extraño recibirlo ya en pijamas—. ¿Cómo te fue en el trabajo?

—Horrible, odio trabajar en un escritorio.

—Aún tienes reposo médico, hyung.

—Pero ya estoy bien. Han pasado dos semanas desde eso —se quejó aún más dejándose caer en el sofá de la sala. Tae lo vio hacer una mueca de dolor, obviamente no estaba tan sano como quería hacer ver—. Y no es solo eso, no vas a creer lo que pasó esta noche.

—La cafetería de al lado les regaló café por servir a la comunidad —bromeó el menor yendo a sentarse junto a él. Yoongi ya estaba negando con la cabeza, sus ojos entornados al oírlo.

—No. Un puto vigilante, ¿puedes creerlo?

Un escalofrío recorrió su espalda. Claro que ya lo sabía y oh, diablos, sí que se lo creía. Pero escucharlo hablar del asunto así, a él, de la nada, le provocaba una extraña sensación muy semejante a los nervios.

—¿Un vigilante? —repitió Taehyung intentando sonar como si fuera la cosa más ridícula que jamás escuchó.

—Sí, un tarado atrapó a un ladrón hoy. Mis compañeros no pudieron verlo, pero recibieron una descripción del sospechoso.

Tragó saliva.

—Pero eso es bueno, ¿no? Los ayudó y ninguno de ellos salió herido —no es que hubiera sido su intención, pero sin querer se vio defendiendo al vigilante, como Yoongi lo llamaba.

Eso lo indignó visiblemente. Yoongi se volteó, hasta el punto que tuvo que levantar una pierna en el sofá para poder mirar a Taehyung directamente a la cara. Llevaba bastante sin verle tan enojado; el simple hecho de que se enfadara con él ya era extraño, pues Tae era algo así como su soft spot, pero que llegara hasta el punto en el que su entrecejo se arrugaba al igual que su nariz...

—Claro que no es bueno, Taehyung. Es un jodido criminal.

—Acabas de decir que atrapó al malo, ¿cómo es eso un acto criminal? —debatió enarcando una ceja. Su argumento pareció sacar de quicio a Yoongi. Su gesto y actitud le recordaba a cuando eran más jóvenes y Yoongi perdía la paciencia explicándole cosas que él consideraba obvias.

—Pues porque está haciendo justicia por su propia mano, tenemos a la policía para eso, ¿sabes? —Yoongi suspiró y volvió a dejarse caer contra el respaldo del mueble—. Además, no sabemos si de verdad tenía buenas intenciones. Quizás estaba detrás de lo que este se había robado.

—¿Cómo puedes saber eso? ¿Se llevó algo? —siguió discutiendo Taehyung, incapaz de solo callarse y dejar ir el asunto.

—¿Por qué lo defiendes? —espetó el mayor y aunque parecía regañarlo, su voz empezaba a suavizarse—. No se llevó nada, pero quién sabe, quizás no le dio el tiempo.

Permaneció en silencio. En ese ínterin, ambos se sumergieron en sus propias ideas; a Tae todo lo que había ocurrido en la calle volvió a sucederse en su mente, recordando claramente como no había tocado nada de lo robado.

Evidentemente no valía la pena seguir discutiéndole. Una vez que Yoongi se metía algo en la cabeza y peor, si lo combinabas con su orgullo de policía, ya intentar hacerle cambiar de parecer era una pérdida de tiempo. Quizás sería mejor seguir con la conversación otro día, cuando Yoongi no estuviera tan molesto por todo lo ocurrido.

O quizás no. Ya luego lo sabría.

Incómodo y sin saber qué decir, Tae volvió a pasarse la toalla por el cabello y el rostro, lo cual terminó llamando la atención de su mejor amigo a cierto asunto que había estado ignorando desde que llegó al apartamento luego de su encontronazo con cierto ladrón.

—Ey, ¿qué te pasó en el labio? —preguntó Yoongi y, con delicadeza, pasó el pulgar sobre la herida que le surcaba el labio inferior. La zona estaba hinchada y roja aún.

Lo había ensayado antes, pero de todos modos cuando lo dijo, las palabras sonaron extrañas para él al salir de su boca. Quizás por los nervios que le provocaban sus roces. Intentó disimularlo con una risa.

—Tropecé en mi estudio con algunos materiales —mintió Taehyung apartando la mano de su mejor amigo para que no siguiera inspeccionándolo—, me golpeé contra la mesa. No es nada.

Yoongi hizo una mueca nuevamente, pero esta vez no por dolor.

—Tienes que tener más cuidado. Si te arruinas la linda cara que tienes, tus padres me matarán.

Tuvo que apartar la mirada instantáneamente, o Yoongi terminaría por ver la forma en la que furiosamente la sangre había subido a su rostro; ¿por qué siempre tenía que decirle cosas tan bonitas con esa cara tan fría? Su corazón latía con demasiada violencia, tanta que tuvo que ponerse de pie y caminar hacia la cocina.

—¿Ya comiste? Puedo poner algo en el micro.

—No lo he hecho aún. Gracias, Taetae.

Solo una semana más, yYoongi volvería a su apartamento. Solo una semana más y no tendría que inventarexcusas para sus heridas.

✧ Under the Mask ➵ TaeGiWhere stories live. Discover now