Proyecto Venus

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El recepcionista plantó su mirada sobre el cabello cobrizo de la mujer que atravesaba el lobby con dirección a él.

—¿En qué puedo ayudarla?

Victoria volvió a verse frente a otro mostrador, aunque en esta ocasión no había un atractivo heladero esperando evocar nuevas sensaciones; ahora era un hombre con expresión de una falsa amabilidad, esperando una respuesta con la espalda demasiada erguida. El nudo de su corbata parecía ahórcale y daba la impresión que sus pómulos podrían cortar.

—Tengo una cita con el señor Apolo.

—¿Su nombre es...?

—Victoria.

—¿Tendrá algún apellido?

—No, por ahora.

El recepcionista le escudriñó el rostro buscando alguna señal de gracia.

—El que lo siente soy yo, me temo que su único nombre no se encuentra en el sistema de citas.

—¿Podrías intentar contactarlo? No me queda mucho tiempo.

Los dedos del hombre saltaron sobre el teclado y enseguida transfirió una llamada a su audífono manos libres. No fue atendida.

—No podrá ser atendida hoy. Anotaré su correo electrónico y número de teléfono para programarle una cita que, estimo, será en dos semanas... —miró la pantalla del computador—, sí, dos semanas.

Victoria esbozó una sutil sonrisa que no duró mucho.

—A ver, ¿por qué no llamas a su mujer y le comentas que su esposo contrató a una prostituta para solventar la falta de sexo que ella no puede darle, porque siempre lleva consigo la excusa de estar agobiada por el declive de su empresa en la bolsa de valores? cuando, en realidad, no tiene ganas de acostarse con él porque su apetito sexual está siendo alimentado gracias a su primo. Sí, su primo de sangre y quien, en realidad, sí se encuentra en un proceso agobiante en donde su esposa está decidida en divorciarse y arrebatarle la custodia de su única hija, que, por cierto, es fruto de una infidelidad que todo el mundo sabe y él se niega a aceptar.

El recepcionista se apretó aún más la corbata.

—Permíteme y personalmente la acompaño a la oficina del señor Apolo.

—No es necesario, solo dime en qué piso está y daré con él.

—Insisto.

Fue guiada hacia los ascensores que se distribuían en un ostentoso pasillo. El recepcionista presionó uno de los botones y no tuvieron que esperar; el ascensor abrió sus puertas y cerró cuando hubieron ingresado. Marcó los pisos 65 y 103.

Uno al lado del otro, tuvieron un significativo momento de silencio mientras ascendían por el Péndulo. Ambos intercambiaron miradas a través del espejo que forraba las paredes del elevador. Él sonrió, y, Victoria le devolvió la sonrisa. Los ojos de ambos chispearon en el instante que el recepcionista se volteó y le dio un puñetazo en el abdomen seguido de otro en el oblicuo. Le sostuvo un brazo el cuál torció hacia su espalda y la fijó contra la pared. Victoria echó hacia atrás la cabeza y le quebró el tabique al opresor que la liberó. Este retrocedió con un estruendo divagando en su cráneo; con el dorso de una mano se limpiaba un líquido chorreando de su nariz.

Victoria se deshizo de su abrigo y un armamento perfectamente equilibrado se ajustaba a su traje negro. Extrajo un revólver VP9, esquivó una fulminante patada y con su antebrazo detuvo un puño que se dirigía a romperle la garganta, y en un movimiento rápido ella giró para tomar impulso y clavarle el codo en la cien, que hizo que la cara del hombre se disparara contra la pared. Restos de espejos se le incrustaron en la piel y el ojo derecho. Victoria le apuntó la cabeza con el arma.

Oasis NocturnoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt