10. Prepotente y descarada

1K 99 202
                                    


Natalia

Hoy me desperté con el leve sonido de la alarma. Me levanté y después de la misma rutina de todas las mañanas, me preparé un jugo de naranja con zanahoria, lo bebí, me volví a lavar los dientes y salí apresurada del departamento.

Hoy el día ha ido tranquilo, a la hora del desayuno fui con Andi a la cafetería y tras un breve desayuno acompañado de una conversación sobre cosas ordinarias, regresamos al gimnasio para cada quien continuar con lo suyo.

Ya son más de las doce del día así que eso indica que en poco tiempo saldremos a comer. Pero entonces, para cambiar un poco la rutina diaria, veo a una de las nuevas dueñas, la de cabello cobrizo, que camina entre las máquinas de ejercicio emanando una excesiva seguridad. Tal vez está checándolas o algo así, me digo a mí misma sin darle importancia y continúo mostrándole la rutina a la chica que atiendo.

Pero antes de preverlo, la nueva jefa aparece junto a nosotras con su cara de pocos amigos.

— Consígueme un café. —dice con voz de superioridad al pasar junto a mí.

— ¿Perdón?

— ¿No me escuchaste? —dice deteniéndose y volviéndose hacia mí— Voy a repetirlo sólo una vez más. Ve a comprarme un café. —pide, pero por el tono que emplea, la petición más bien parece una orden.

— Soy instructora, no asistente. —respondo intentando no sonar grosera.

— Y yo soy tu jefa y te estoy dando una orden. —vocifera.

— Entiendo perfectamente que usted es una de las dueñas del gimnasio. —digo con increíble paciencia— Pero traer café no es mi trabajo.

— ¿Quieres que te despida? —pregunta acercándose a mí amenazantemente.

— No, por supuesto que no. —respondo sin perder la compostura.

— Entonces ve y haz lo que te digo.

— No puedo dejar a una clienta a medio entrenamiento. —objeto, aunque esa no sea la razón principal para no hacer lo que ella exige.

— Harás lo que yo te digo, instructora de cuarta. —gruñe, dando un paso más hacia mí.

La tengo a sólo un palmo de mí y a pesar de su altura no me intimida. Ella está mirándome hacia abajo con sus gélidos ojos azul oscuro, que muestran una ira contenida, pero yo me mantengo firme sin dejarme intimidar por su postura amenazante.

La chica que atiendo sólo nos observa, creo que sin respirar y la verdad es que no tengo idea de lo que está a punto de pasar. Sé que dije que lo menos que quiero es ser despedida, pero tampoco dejaré que una persona prepotente quiera pasar sobre mí.

— ¡Victoria! —llama una voz de pronto.

Al mirar con rapidez en dirección a esa voz, veo que se trata de la otra dueña que camina a paso veloz hacia nosotras.

— ¿Hay algún problema? —pregunta al llegar y detenerse junto a nosotras.

— Por supuesto que lo hay. —espeta la de cabello cobrizo sin quitarme la vista de encima— Vas a tener que contratar otra instructora.

— ¿Cuál es el problema? —pregunta la rubia intentando apartarla.

— Insubordinación. —responde la primera, retrocediendo obligadamente.

— Escuche, señorita Del Valle. —inicio, dirigiéndome a la rubia, pero ella levanta la mano en un gesto de que me detenga.

— Dime Marcela, por favor. —me pide, bajando la mano.

Compañeras de Departamento   [Editando]Where stories live. Discover now