Adventurer

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- Adam..

- ¿Mmmmmm?

- Dijiste que tenías ese libro sobre la expedición a la Polinesia, ¿cierto? ¿El de Thor Heyerdahl?

Adam quitó la vista del monitor. No recordaba cuántas horas hacía que estaba ahí, revisando materiales, leyendo listas de restauraciones y refunfuñando por la ineptitud ajena. Dominic seguía concentrado en sus planos, escuchando música en sus auriculares y sacudiendo la cabeza. Estaban tapados de trabajo. Día tras día se sentaban en el estudio de Adam a tratar de avanzar cuanto pudieran. Era tanto el volumen que Dom decidió no perder tiempo en minucias, y una tarde apareció en la casa de su amigo con la laptop y un bolso. Lo tenía viviendo con él desde hacía una semana. Era muy divertido tener a alguien tan particular en casa después de tanto tiempo solo, y más si ese alguien tenía como pareja a Benjamin, que por el bien de los dos se ocupaba de que comieran y mantenía el hogar habitable. Se quedaba acompañándolos hasta la madrugada devorando libro tras libro, recostado en un sillón cercano. Su última víctima había sido Adiós a las Armas, de Hemingway.

- Sí... debería estar en aquella biblioteca. Es de color amarillo, si mal no recuerdo...

Ben rebuscó un poco más y cambió de biblioteca. Adam decidió preparar café. Bajó a la cocina y puso la cafetera. Observó la ciudad iluminada por los ventanales inmensos. Estaba helado afuera, a juzgar por los vidrios empañados y la gente completamente abrigada. Decidió tomarse la madrugada libre y seguir los pasos de Ben. Subió con el termo de café y tres tazas.

- ¿Lo encontraste, Ben?

- No... pero aquí hay otro de Hemingway. - Su amigo le sonrió y le mostró el libro. Dom seguía inmerso en su computadora, lanzando trazos de aquí para allá. Ahora parecía un revoltijo, pero pronto sería una vista en 3D de un museo.

- Me rindo por hoy... los veré en un rato, ¡descansen!

Se encerró en su cuarto con la taza. Se recostó y tomó uno de los tantos libros que tenía a medio leer. Avanzaba lentamente, porque se frotaba los ojos a cada instante. Estaba tan cansado que ya no lo estaba... su cerebro no acataba la orden de dormirse, a pesar de que su cuerpo le rogaba. Y no quería dejar el libro, porque inevitablemente acontecería lo que pasaba cada vez que dejaba libre sus pensamientos: volvía a preguntarse dónde estaría Allison, si necesitaba algo, si era feliz... Podría saberlo atendiendo sus llamados, o abriendo los correos que se apilaban en su bandeja de entrada, pero no quería, aún no. Se sentía como un imbécil. Imaginaba a Jano riéndose a carcajadas de él, "¿te esperó durante cuánto tiempo? ¿cuatro meses, cinco? ¡¡JAJAJAJAJA!!". No era solamente haberse enterado en el pasillo de un hospital mientras esperaba por Sophie que la mujer que amas de pronto está embarazada de tu peor enemigo, sino que la esperaste por meses cuando estaba aquí, aquí, y no tuvo la delicadeza de avisarte que ya no quiere nada contigo. Era la humillación de saberlo y aún así tener que acudir a él. Era el dolor de que tu enemigo sepa que tú sabes, y tenga la deferencia de no fregarte la victoria en la cara. Era tener que soportar que fuera profesional y extremadamente generoso. Era saber que lo que le había dicho cuando los dos eran unos críos seguía siendo cierto tantos años después: Niño, si te metes conmigo, pierdes.

Tanto Adam como su hermana Stephanie habían recorrido incontables consultorios, hospitales y clínicas buscando opiniones sobre el problema de Sophie. Los análisis que le habían hecho después del episodio del terror nocturno revelaron datos perturbadores. No podían obtener dos diagnósticos iguales, pero en lo único en lo que coincidían los médicos a los que visitaban era en el Dr. Waternost. Todos, sin excepción, les recomendaron que lo consultaran. Era una eminencia en la materia, y por más que fuera un imbécil en los demás ámbitos, no podía discutir su calidad como médico. Además, como si fuera poco, le caía en gracia a Sophie, y no dejaba de preguntar cuándo irían a visitarlo. Se había sentado con ella a explicarle qué estudios necesitaba hacerle, y cómo debía comportarse en cada uno. Su mamá no podía entrar con ella en todos, así que él la acompañó, con infinita paciencia. A Adam le parecía una broma cruel que Sophie se encariñara tanto con Jano, pero sabía que se lo había ganado. Tenían turno para verlo en unos días, y por más que le doliera, su sobrina se merecía al mejor... y el mejor probablemente estuviera, en ese preciso instante, dormido con Allie entre sus brazos.

Historias del Libro - Allison vuelve a Casa [Tom Hiddleston Jim Sturgess Fanfic]Where stories live. Discover now