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La casa materna de mi padre era algo sencilla, rústica, muy similar a esas cabañas de películas, donde habían chimeneas y un círculo de sillones a su alrededor, mis ojos exploran con curiosidad la casa, percatándose que era tal cuál como mi padre solía decirme que era, han pasado años desde que estuvo aquí, pero era increíble que no hayan cambiado nada.

Mi tía me condujo por la casa, con una sonrisa eufórica en su rostro, charlando y contando lo emocionada que estaba por mi visita, que incluso llegó a pensar que no vendría luego de lo sucedido con mi padre. Ella era un vivo retrato de él, incluso tenían cierto humor parecido. Incluso está de acuerdo en que compartimos ciertas similitudes físicas de su juventud, a excepción de los ojos verdosos que yo no heredé. Subimos a un segundo piso, donde me enseña mi habitación, es bastante amplia y está decorada con simpleza con un pequeño armador y un juego de camas individuales. También observo el gran ventanal que da al balcón.

— Esto es todo, cielo. Sé que debes estar cansada, así que dejaré que descanses y prometo que mañana será un gran día.

Le sonrió en forma de respuesta y le agradezco por recibirme antes de que se retire de la habitación.

Por alguna extraña razón, siento una sensación de familiaridad y me instalo, luego de eso, procedo a de darme un buen baño y relajarme, me puse unos shorts de pijama y una camiseta negra. Salgo al balcón y me percato de la hermosa vista que ofrece hacia el frondoso y misterioso bosque que cubría gran parte de Claxfort. Podría decir que era un pueblo muy pequeño, rodeado de gran vegetación y esa inmensa cantidad de agua que separaba Claxfort del exterior, podría contar con mis manos los edificios nuevos que había en el pueblo, según me había dicho mi padre, había dejado de ser un lugar turístico y se había convertido en un pueblo pequeño olvidado de mapa.

De pronto, cuando estoy por darme media vuelta e irme a la cama, un destello de luz ha iluminado una sección del bosque y tan rápido como sucede vuelve a apagarse.

Observo con cuidado, intentado ver alguna cabaña en medio del bosque, pero es lo suficientemente lejos para lograr verlo desde aquí.

Mis ojos van a la calle y me percato de no ser la única presencia que parece despierta a estas horas de la noche; un grupo de chicos, los cuales veían bromeando y riendo aparecen en la esquina de la calle mientras caminan despreocupados en mi dirección. Desde aquí podía ver sus siluetas masculinas, aparentaban más o menos mi edad. Me apoyo en el marco de la ventana, observando al trío caminar hasta que pasar por mi frente, dónde uno de ellos parece notar mi presencia y dirige la mirada hacia donde me encontraba. No me aparto, ni tampoco hago importancia a qué me mire, veo como le dice al resto de mi presencia y los tres se detienen a observar en mi dirección.

Uno de ellos, el del medio, que era de una altura promedio entre los otros dos, levanta la mano en señal de saludo. Me veo obligada a mantener mis ojos sobre éste, incapaz de distinguir alguna característica distintiva. Le devuelvo el saludo y los otros dos empujan al tercero para que vuelva a caminar.

Vuelvo a la cama después de verlos dar media vuelta y entrar en la última casa existente en la calle.

No sé porqué, pero estoy sonriendo, quizá mañana los vería de nuevo.


























Claxfort cobra vida por las mañanas, donde el centro parece el abarrote de personas.

Mi tía se ha levantando muy temprano y me ha pedido que la a acompañe a hacer mercado, usando como excusa que no puede traer las bolsas ella sola, sin embargo, la razón oculta está en que alardea de mi presencia con cada persona que se le atraviese.

El Misterio que Nos UnióWhere stories live. Discover now