-¡Abrid la puerta! ¡Dejadme entrar, es mi marido!

Aporreó la madera sumamente indignada por el comportamiento de aquella mujer, ¡Lorand era un hombre casado! ¿Cómo podía ella atreverse a actuar así con un hombre ajeno? -Abrid la puerta... ¡Abrid la puerta ya Ágnes!

Sin embargo fue ignorada por más que gritó para que le permitieran ver a su marido, entonces ya no pudo más. Ciega de impotencia y dolor corrió hasta el patio de la villa Császár donde más allá había una casita donde vivía plácidamente Lorena.

●ღ●

Cuando Lorand despertó, lo que más ansiaba era buscar el rostro de su mujer, pero le sorprendió no encontrarla en su habitación, en cambio se encontró con Ágnes quien lo miraba con gesto preocupado sosteniendo su mano, él la retiró inmediatamente.

-Oh, Lorand, acabas de despertar -sonrió melosa.

-¿Dónde está mi esposa?

La mención de aquella mujer no le hizo nada de gracia a Ágnes quien con gesto amargo le indicó que se recostara y no hiciera movimientos bruscos -El doctor dijo, que no te vienen bien los disgustos...

-¡No me importa, solo quiero saber dónde está mi esposa! ¿Qué hicisteis con ella?

-Cálmate, Lory.

-¡No me llames así! ¡Quiero ver a mi mujer!

-¿¡Tan importante es ella para ti!?

-¡Sí!

-¿Cómo pudiste hacerme eso? ¡Casarte con otra! ¡Te esperé toda una vida!

-Ágnes -dijo tratando de ser amable y no lanzarla por la ventana-. Nunca hice nada para alimentar tus sentimientos o darte esperanza, no quiero ningún tipo de relación contigo, ni siquiera una amistad.

-¿Cómo puedes hacerme esto, si yo te amo?

-No te engañes -resopló a punto de perder la paciencia-, soy un hombre casado y aun cuando estaba soltero, jamás tuve algún tipo de sentimiento por ti.

-¡¿Cómo puedes ser tan cruel?!

-¡Porque estoy cansado de decírtelo amablemente y no entiendes!

Entonces, sin que Lorand lo esperara ella empezó a desvestirse, y él enojado le gritó que se colocara sus prendas, pero ella no paró, sino que se lanzó sobre él e intentó besarlo. Él apartó el rostro indiferente.

Era un hombre y por más que amara a su esposa fácilmente podía reaccionar a un roce y odiaba eso, por lo tanto no se atrevió a mirar el cuerpo desnudo de aquella joven, no caería en la trampa.

-Mira hasta dónde has llegado -gruñó cruel- a desvestirte ante un hombre que no te ama.

-¿Por qué me desprecias tanto? -sollozó, soportaba todo menos su desprecio.

-Porque tú no me amas, Ágnes, porque siempre fui algo que no pudiste tener, amas la idea de poseerme de dominarme, no serías capaz de entenderme, o respetar los deseos o impulsos de mi carácter. Además, esto lo haces para que tu abuelo tenga el derecho sobre la comunidad Császár, no creas que solo porque llores y digas que me amas, voy a creérmelo. Te acostaste con todos los caballeros que conozco, ¡Tienes un enfermizo deseo de poseer a todos los hombres y dominarlos! No quiero ser parte de tu fantasía.

-¡Pero Lorand!

-Por favor, no me gusta hablarte así, eres una dama, pero me obligas hacerlo porque si te hablo con amabilidad no entiendes, tengo que tratarte con frialdad o crueldad para que me dejes en paz.

La puerta se abrió, y Lorand calmado miró en dirección a Pruna quien había recién encontrado la oportunidad de entrar a la habitación, se cruzó de brazos con mirada altanera, no tenía nada que esconder, no había sido él quien le había quitado la ropa.

Ella los miró con el ceño fruncido, aquella mujer estaba casi cernida sobre Lorand, pero no hizo un alboroto, sino que sabiamente se acercó y levantó las sábanas del regazo de su marido, entonces rio a carcajadas.

-No os desea.

Ágnes se coloreó de rojo hasta las orejas, humillada por la pareja, pero bien merecido se lo tenía por osar entrometerse en una relación donde no era bienvenida.

-No solamente no os desea, sino que aunque fuereis la última mujer en el mundo no os desearía, con los meses de abstinencia que ha tenido este hombre, se hubiera lanzado sobre cualquier mujer -Lorand indignado miró a su mujercilla, luego hablaría sobre eso-, pero no lo hizo con vos, dejad de humillaros.

Ella mortificada tomó sus ropajes y salió corriendo de allí escabulléndose en otra habitación.

Entonces Pruna se acercó a la puerta y la cerró, para volverse a Lorand con una sonrisa quebrada.

Aunque no llevaban mucho tiempo de casados, aquellos pequeños gestos inconscientes de su mujer empezaban a grabarse en su memoria, fue entonces cuando Lorand se fijó en lo demacrada que estaba su Pruna, como tenía los ojos hundidos y oscurecidos, como se veía más delgada que la última vez que la vio.

Ella se derrumbó en el suelo y el corrió hasta ella sin importarle reposo, Ágnes o el doctor mismo.

-Nunca -murmuró ella- te atrevas a engañarme, ¿Entendiste Lorand Császár? -sorbió su nariz, y el la abrazó mientras besaba su cabello jurándole que jamás se atrevería y que la amaba.

-Subamos a la cama, no quiero que recibas otra impresión fuerte, ¿Has estado comiendo? ¿Por qué estás tan delgada?

Entonces Pruna no lo soportó más y se lanzó sobre él a llorar como una niña

-Mi amor, lo perdimos, no hay bebé -sollozaba desconsolada mientras él al sentir su dolor no tardó en sollozar también

Sin decir nada, solo se sentó en el piso con ella en su regazo y empezó a mecerla mientras aun lloraba sobre su cabello.

Aquella era la forma que Lorand tenía para consolar, a él le gustaba demostrar que podía dar seguridad a todos sus seres amados, sacaba fuerzas de donde no había para proteger lo que consideraba suyo, sin embargo en aquel momento estaba tan vulnerable, que nadie hubiese creído que era el mismo hombre.

Lloraron hasta que sus ojos no pudieron más y se desgarraron como solo quien ha perdido a un hijo puede desgarrarse.

Pruna le contó cómo Rupert la había golpeado hasta la saciedad, cómo había sido sacada de su hogar mientras su padre y su madrastra ni siquiera se dignaban en aparecer por allí, le habló de lo sola que se sintió en aquel proceso, sin poder tener a su madre cerca o a su esposo, de lo mucho que le dolió como su propio hermano la despreció... y por último, del estado en el que estuvo luego de que el médico de la reina le dijera que había perdido el bebé.

-Nunca elegimos un nombre.

-¿Cómo te hubiera gustado llamarlo o llamarla?

-Si era una niña Elizabeth, y si era un niño Francisco, como tu padre.

-Hubiera tenido tus ojos y mi cabello, sin duda sería un cuervo negro como su padre.

-Él hubiera no existe -expresó con amargura mientras él resistía el impulso de enjugar sus lágrimas con sus labios, aun cuando la había extrañado tanto, no era el momento de mostrar aquel tipo de caricia, lo que menos quería, era que Pruna pensará que él solo quería levantarle las faldas aún en momentos de dolor-. ¡Ay!, pero hubiera querido que acariciaras mi estómago cuando se hinchara, que hablaras con nuestro pequeño bebé y que se moviera dentro de mí al escucharte.

Lorand no sabía que decirle, así que se limitó a besar su frente y mecerla en silencio.

Se quedaron un rato más así, y luego, tomándola él en brazos la subió a la cama y la ayudó a desvestirse.

Era la primera vez que ambos se quitaban la ropa simplemente para dormir uno al lado del otro, la presión emocional que sentían no los hubiese dejado concentrarse en otro tipo de actividades. Él la abrazó y así quedaron toda la noche.

Ninguno de los dos pudo dormir.

Boldog Szilva: Ciruela Feliz libro 1 [Sin Editar]Onde histórias criam vida. Descubra agora