Noche Iluminada.

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Camino a casa después de un día agotador. Sonrió recordando momentos esenciales de mi vida, siempre pasa cuando me encuentro algo nostálgica. Recuerdo como volví a mí camino, a tener ideales y sueños claros. No fue fácil tener que volver a conocerme, a aceptar las nuevas cosas, a aprender que es lo que deseo para mi vida, pero puedo decir que lo he logrado.

Bueno, ahora puedo decir que todo lo que vivimos sirve para algo, sea bueno o malo, sucede para enseñarnos.

Cierro los ojos y suspiró, provocando que el aire caliente de mi cuerpo escape transformándose en un pequeño espesor entre todo este frío clima.

La luna brilla iluminando las calles de Buenos Aires, me deleitó con esa inmensidad. Quién diría que un día pude odiar las noches.

Al pasar por un edificio de ladrillos fijó mi vista en una pancarta pegada a su pared, Roller Band, se puede leer en letras grandes, por debajo las fechas de los Conciertos que harían, pero por el desgastado del papel y sin dar una vista muy profunda tampoco, puedo decir que es algo viejo. Pero lo que si notó son esas tres sonrisas las cuales, sus dueños tantas veces sirvieron comida en el lugar que dio origen a su nombre. Aunque por supuesto el rostro que mas llama mi atención mientras camino, es con el que tengo historia.

Esa típica sonrisa alegre y tierna, que hace derretir hasta a la chica mas dura del universo, o sea yo.

Recuerdo cuanto era mi amor por él, cada vez que quise ser como él quería que lo fuera. Cada momento que su mirada tocó la mía, con la intención de llegar más allá y como esos detalles me hacían sentir en la nubes. Pero también recuerdo cada momento que me rompí por él, por sus acciones, por sus promesas incumplidas.

Cada vez que decía : creo en ti.
Le creí y luego volvía a demostrar lo contrario.

Entonces aquel momento llega, donde te das cuenta que has dejado que un amor maneje tu vida y te haga pedazos, te llenas de ira y rencor contigo misma y contra él. Sientes tu pecho oprimido por una fuerza mayor, un dolor psicológico, que no puede ser superado por el físico.

Luego ya no es sólo contra él, terminas – si ya no era así –, yendo contra todo tu alrededor, dejas que otras personas también definan como eres o como debes actuar, magnificas la culpa de una sola persona y la lanzas contra todo lo que veas.

Yo no me llevaba bien con nadie, pero que él me haya terminado de romper fue el colmo.

Sentía que me faltaba algo.

Estaba perdida, hundida, necesitaba un abrazo, aquellos reconfortantes que él una vez me brindó, pero ya no podía, él no estaba dispuesto para mí y a mí ya no me quedaban fuerzas.

Luego, recuerdo que las cosas cambiaron. Un día llegué y lo vi, su sonrisa se mostraba junto sus amigos y pude ver que tal vez yo no fui lo suficientemente importante para su persona.

Ese día me di cuenta de cuanto espere por él, a que estuviera listo. Espere que el viera como yo había cambiado y pude entender que yo también tenía la culpa de muchas cosas.

Yo tuve la culpa de creer que él también pondría de su esfuerzo. Fue mi culpa tratar de cambiar por él y no por mí. Tuve la culpa de amarlo.

Comprendí en ese segundo, que en una relación mejoran los dos, que cuando te enamoras de una persona tu deber no es obligarla a cambiar, sino aconsejarle sobre lo que hace y enseñarle lo que puede mejorar ; esa acción, sobre todo, tiene que ser recíproca.

Entonces, tuve fuerzas porque vi que todo seguía igual, que él avanzaba, seguían corriendo las horas y la gente continuaba haciendo su vida.

¿Por qué yo iba a quedarme atascada en el pasado?

Por ello tomé la decisión, bajo la luz de una noche como esta, que ya no valía la pena seguir luchando por algo que no va a ser, que si iba a luchar sería por olvidarle y reconstruir mi alma.

Yo no quería hacerlo, soñé muchas con un futuro a su lado, pero no se puede obligar a nadie.

Después, con el tiempo todo se fue dando, el perdón a mi y a los demás, el arrepentimiento de los actos. No fue fácil, muchas veces quise dar vueltas atrás, pero entonces lo miraba en la lejanía y me daba cuenta que seguía sin valer la pena.

Sonreía y me daba fuerzas con cada nuevo día, cada vez que veía salir el sol o veía asomarse la luna, sabía que era un día que aunque sea, un poco avance.

Y llegó ese punto, uno de esos tantos días donde recuerdo que volví a verlo,   aquellos dulces ojos no pudieron causar nada en mí, fue como cualquier persona que viera que pase a mi lado.

Me sentí bien, ya no lo necesitaba.

Además de haber podido olvidar, también gane a gente, personas que se convirtieron en mi familia, se puede decir que fue un premio extra, pero eso ya es otra historia.

– ¡Ámbar! ¿Como estas? – saluda mi expresiva prima al llegar a casa.

Observó el comedor con curiosidad, viendo dos personas desconocidas, dos hombres de piel negra y uno mucho más joven que él otro.

– Bien, bien... Buenas noches. – saludo a todos.

– Ah, sí. Ámbar, ellos son accionistas de la empresa, son americanos – Dice Mónica. – él es Jean. – Señala al mayor – y él es Devon.

Mi mirada recayó sobre el atractivo americano que me miraba distraído, embelesado, como si no prestará atención a nadie más que a mí y entonces, pude leer en sus labios una palabra.

Beauty.












...



Si, bueno, me hubiera gustado que manejaran los temas de una manera mas madura.

Y que, si en otro shot Simón la olvidaba, hoy sea al contrario.

One shots - S. A. Where stories live. Discover now