Entrometidos.

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— Señorita Álvarez, sigame a la oficina del director.

Cerró sus ojos al quejarse internamente. Esto no era nada bueno.

— Ya le llamé a sus padres.

La menor resopló detrás del hombre de mediana edad. Metió las manos en los bolsillos de su abrigo. No contestó y eso al parecer molesto al mayor.

— ¿No tiene nada que decirme? — Su mirada la encontró por encima de su hombro. En el rostro de ella se dibujo una pequeña línea elevada en sus labios, casi imperceptible. Sus ojos mostraban desafío y diversión.

— Tengo derecho a permanecer callada.

El hombre, de al parecer casi 50 años lanzó comentarios en forma de gruñido a la actitud sarcástica y petulante. Algo de lo que ella no se avergonzaba, de todas formas era su objetivo.

La oficina del director olía a café y se veía café. El hombre sentado detrás de una escritorio, un anciano de 70 años, al verla llevo eso dedo índice y corazón de la mano derecha hasta su entrecejo, como cansado y tratando de aliviar el aparente dolor de cabeza que amenazaba con arruinar su tranquilidad.

— Señorita, la vi aquí hace dos días. — Se queja.

La castaña se encoge de hombros.

— Es un placer volver a encontrarnos.

Él hace caso omiso  y continua. — ¿Por qué está aquí?

El profesor que la había llevado se adelanta. — Le hizo sangrar la nariz a una chica.

— Oh por Dios, Valentina.

Cuando la chica iba a defenderse la puerta volvió a abrirse dejando ver a Simón que lo primero que hizo fue interrogar con gestos a su hija antes de saludar educadamente. Él primer hombre se fue, más porque le dijeron que porqué lo quisiera.

Después de un rato más de charla, el director terminó con un severo decreto.

— Valentina sabes muy que una más y serás expulsada, solo por esta vez te llevarás una suspensión.

— ¡Pero...!

Quedó en el aire al sentir la mano de su padre en su hombro observándola claramente enojado.

— No se preocupe. — Se giró nervioso al anciana. — Trataremos de resolverlo.

Y así, Simón y Valentina salieron de la escuela. El moreno caminaba sabiendo que ella lo seguía pero sin molestarse en mirarla, sus hombros tensos y ella presentía que esta vez no se podrá zafar tan fácil del castigo.

— ¿Papá?

— Hablamos en el auto.

Era infinitamente extraño ver a su padre enojado.

Se subieron a la camioneta negra. Al cerrar la puerta, increíblemente la postura del mayor se relajó y echó una carcajada, ella le vio como si fuese un bicho raro. Aunque luego, entendiendo la situación una pequeña risa traviesa e inocente salió de sus labios.

— ¡Cielos, papá! — Se quitó el abrigo. — Pensé que realmente me matarías con tu mirada.

Él la miró en una sonrisa cálida. — No puedo mostrarme blando delante de todos. Se supone que acabás de ser suspendida.

— Realmente fue así. — Le resto importancia.

— A pesar de todo... Tu mamá será más difícil.

Sus labios se fruncieron en un leve puchero al que Simón dio un pequeño toquesito rápido con su dedo índice para después emprender su marcha al hogar.

One shots - S. A. Where stories live. Discover now