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Capítulo Diez

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Lamento muchísimo la tardanza, quisiera decir que solo es culpa de @ThryLesliee pero no es así, también he estado enferma, gracias por la espera a los que tuvieron paciencia, a los que nunca votan y cometan y se atrevieron a reclamarme ¿Con qué cara?

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Lamento muchísimo la tardanza, quisiera decir que solo es culpa de @ThryLesliee pero no es así, también he estado enferma, gracias por la espera a los que tuvieron paciencia, a los que nunca votan y cometan y se atrevieron a reclamarme ¿Con qué cara?

Disfruten de la lectura.

Gloria se levantó de su silla apenas entré al pasillo, pocas personas me conocían como ella, después de tantos años trabajando a mi lado sabía cuando estaba pasando por uno de esos momentos donde hablarme no era buena idea.

Entró a mi oficina antes de que yo lo hiciera ignorando el teléfono sobre su escritorio que no dejaba de sonar, la observé desde el umbral de la puerta, acomodaba apresurada las cosas sobre mi escritorio dejándolas tal y como me gustaba, en perfecto orden.

—¿Agua, café, un trago?

—Nada —respondí a la vez que rodeaba mi escritorio.

—No me pases llamada de nadie.

Asintió antes de voltear para salir despavorida de mi oficina, el sonido de las puertas cerrándose hizo eco en mi cabeza, tenía meses de no sentirme así, tan lleno de impotencia, rabia y angustia, las manos me temblaban, el lugar entero me daba vueltas. Me frustraba demasiado no poder manejar mis problemas, Valentina era mi balance, la convertí en mi soporte más fuerte, la única persona que lograba darme alivio en medio de todos los problemas que enfrentaba a diario, perderla una vez más tambaleaba mi estabilidad.

Miré el sobre que aún sostenía entre las manos, lo había arrugado sin darme cuenta, Adela había escogido el peor momento para hacerme entrega de algo tan delicado. Me recosté por completo sobre la silla esperando que las reacciones que manifestaba mi cuerpo cesaran, el corazón latía con fuerza, la tensión en el estómago me dificultaba respirar, sentía el peso de todo sobre mis hombros y mi incapacidad para sostenerlo.

—¡Dije que nadie me molestara! —grité cuando tocaron la puerta.

—Perdón —dijo Gloria asomando la cabeza por la puerta—, pero afuera está la señorita Valentina y ...

Levanté la mano haciéndole un gesto para que guardara silencio, con los ojos cerrados y la cabeza a punto de estallar solo intentaba desesperadamente encontrar algo de calma, por mucha rabia que sintiera en ese momento me negaba a explotar contra Valentina, aunque en ese momento sintiera que lo mereciera.

—Dile que se vaya por favor —pedí sonando lo más calmado que pude—, en este momento no estoy en condiciones para hablar con nadie, menos con ella.

—Está bien señor, perdón por molestarlo.

Me levanté al ver la puerta entreabierta, en cinco pasos llegué hasta ella para cerrarla, la azoté con fuerza desquitando un poco el enojo que me recorría el cuerpo entero, saber que Valentina estaba a unos cuantos pasos incrementó esa sensación asfixiante que no me dejaba tranquilo.

El desastre del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora