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Capítulo Cuatro

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Nos leemos el jueves, a las 500 estrellitas

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Nos leemos el jueves, a las 500 estrellitas... No se olviden de seguirme en mis redes, gracias por el apoyo. Disfruten la lectura. 

Hola, soy Valentina... Si tú eres Santiago Sada te estoy buscando a ti.

Recordé el tono de su voz, y la forma en la que me sonrió, sus ojos grandes y verdes que me miraron directamente mientras yo hacía el intento de fijar la vista en su rostro, y no en toda ella.

Aquella mañana estaba siendo un completo infierno, había discutido con Sandra, tenía una reunión con la junta directiva del consorcio de papá, y debía resolver problemas graves con el departamento de mantenimiento del centro comercial, esa visita inesperada no pudo ser más inoportuna.

Valentina apareció en medio de un desastre, eso debió haber sido una señal.

La risa de Manuel hizo que volviera a mi realidad, una de la que trataba de huir refugiándome en mis recuerdos, intentando encontrar el justo momento en el que perdí la cabeza por Valentina.

—Se te va a enfriar el café —dijo mi hermano al mismo tiempo que apretaba uno de mis hombros, asentí sonriendo, luchando por salir de ese estado melancólico y extraño en el que estaba.

Tener a Valentina de frente no me ayudaba nada, analizaba cada gesto que hacía, cada frase que salía de sus labios, y hasta la forma en la que sus ojos se esforzaban en ignorar los míos.

Después de un breve saludo incómodo y muchos balbuceos de su parte, Manu y Sebastián se aparecieron en el estacionamiento, iban a una cafetería cercana, a la misma a la que se dirigía Valentina y a donde me invité solo, para poder tener un poco más de tiempo con ella.

Estando sentado frente a ella, comprendí que había sido un error, se notaba tensa, incómoda con mi presencia casi impuesta, callada y ausente, quizás hasta más distraída que de costumbre.

—Pensé que no podías tomar café —comentó Manu volcando su atención en mí.

—Si puedo, por el momento el doctor no ha dicho nada sobre ello.

—Santiago es de los que sigue al pie de la letra las indicaciones médicas, si lo toma es porque es seguro— agregó Sebastián.

—¿Estás enfermo?

Los murmullos de mi hermano y su novio, pararon cuando Valentina al fin abrió la boca, me miró fijamente, relamiendo el café de sus labios de una manera suave y casi insinuante, sabía que no lo hacía a propósito en ella todo era natural, pero me afectaba de la misma manera que antes.

—No, estoy bien Valen —respondí sonriendo como imbécil.

—¿Y las indicaciones médicas?

—Santiago le va a donar la mitad de su hígado a papá —Sebastián contestó antes que me diera tiempo de buscar las palabras adecuadas, Valen comenzó a toser de forma brusca, haciendo un gesto con la mano señalando un vaso de agua que estaba frente a ella.

El desastre del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora