Capitulo 12:

8.9K 293 4
                                    


La semana transcurrió, como el ir y venir de las olas. Elín iba de un lado al otro. Trabajo. Escuela. Casa de Teitur. Y nuevamente hasta llegar al fin de semana donde esperaba poder descansar. El tema entre ellos no se había vuelto a tocar. La incomodidad lentamente se iba disipando. Los miedos personales, iban siendo dejados detrás y su amistad comenzaba afluir. Para el jueves por la tarde, Teitur la esperaba con la bebida especial con la que ella merendaba. Ninguno de los dos quería perder una sola sesión desde que se habían conocido. Estaban gratos de su compañía, aunque no faltaban las indirectas. Elín no le daba rienda suelta a Teitur, pero debía admitir que, en muchas ocasiones, desearía haberse olvidado de su relación familiar.

—¿Merendamos en la cocina o en mi pieza?— la chica levantó su mirada de la taza. Sabía que por su tono jocoso, sólo quería molestarla. Desde lo sucedido, la cocina era para ella un territorio impenetrable. Rodó sus ojos mientras comenzaba a subir los escalones— Sabes que en mi cuarto también puede pasar algo, ¿verdad?— Elín se giró en plena escalera roja como un tomate. Claro que lo sabía, pero no hacía falta que se lo recordara. Ella también se estaba conteniendo de saltar sobre él.

—Basta de juegos, o me voy— su amenaza surgió el efecto que quería. El muchacho le hizo una señal con la mano como si cerrara un cierre sobre su boca. Luego ambos subieron, riendo internamente. Esos juegos, siempre que no pasaran a mayores, les divertían.

—¿Y cómo fue tu cuarto día en el trabajo?— preguntó a sus espaldas

—¿Harás la misma pregunta cada día?

—Así es— Elín sonrió empujando la puerta del cuarto. Esta vez, para su sorpresa estaba levemente ordenada. Quizá una vez a la semana, juntaba la ropa en el suelo.

—Hoy sí que me agoté. ¿Te dije que hay una escalera, y que debo subir y bajar cada vez que necesito cambiar un producto de la vidriera o necesito otro par de zapatos? Incluso el dispenser de agua está abajo— aunque Teitur se mantenía en silencio, ella sabía de sobra que estaba escuchando atentamente todo lo que le decía, pero necesitó asegurarse. Se sentó en la cama y lo miró mientras daba una vuelta en la silla de su escritorio— Ni hablar de que si llegan productos nuevos, debo etiquetarlos y guardar abajo los repuestos

—¿Hoy han llegado nuevos productos?

—No, el lunes. ¡Son bolsas sumamente pesadas!— con sus manos le mostró el tamaño que debía cargar— ¿Quién diría que la ropa es tan pesada?

—Para tí quizá. Te recuerdo que yo debo empujar autos si se descomponen

—Touché— susurró bebiendo de su taza. Teitur sonrió, en los últimos días se le había pegado una expresión que sólo él decía, al menos de entre todas las personas que conocía. Giró nuevamente sobre su silla para darle la espalda creyendo que sobre el escritorio estaría su tarea como últimamente solía estar.

—¿Qué toca hoy, teacher?

—¡Oh! Lo olvidé— rápidamente, Elín se levantó de su lugar y tomó de su mochila el folio con la tarea del chico.

Se paró a su lado mientras sacaba las hojas y él no perdió la ocasión de darle una mirada. Físicamente lo traía loco, pero lo que más lo estaba carcomiendo por dentro era ese beso y la forma en que ella había gemido contra sus oídos. Sabía que podía darle un placer inmenso, aunque para ello necesitaba aprender a tocar su cuerpo primero. Por experiencia sabía que a todas las chicas no les gustaba lo mismo, o no reaccionaban del mismo modo. Cuando ella apoyó la tarea sobre el escritorio, no pudo evitar tocar su mano sutilmente. Un simple roce que la hizo saltar en su lugar. Se sintió empoderado al notar que todavía podía alterarla. Los ojos de ambos se oscurecieron y creyó que era el momento perfecto para levantarse de su asiento y besarla sobre ese escritorio. Pero nuevamente, Elín apartó su mano, como si hubiese tocado una fuente de calor. El vapor le quemó y llevó su mano al pecho.

Teitur se burló de sí mismo, ¿qué esperaba? Ambos estaban heridos en cierto sentido. Toda esta situación había arruinado esa emoción del inicio. Cerró sus ojos tratando de apartar esos sentimientos de odio hacia sí.

—No puedo evitar lo que siento, Alex— susurró sin mirarla a la cara. Estaba avergonzado y se sentía mal de siquiera seguir intentándolo—¿Sabes que si dejaras de tenerle miedo a tu mamá, esto sería otra historia?

—Lo sé— Elín tuvo la intención de tocar su hombro. El verlo con la cabeza agacha le dolía fervientemente. Sabía que ambos se contenían, pero no sabía que para él podía llegar a ser mucho más duro que para ella. Después de todo Teitur fue el primero en comenzar todo el flirteo entre ambos. Se apartó de la silla y se sentó nuevamente en su lugar— Tratemos de enfocarnos en la tarea... hoy toca matemáticas

—¿Otra vez?

—¿Cómo que "otra vez"? — Teitur se giró con un gesto obvio en sus ojos— La semana pasada dimos matemáticas. ¿Qué esperabas? ¿Que sería una vez al mes?— al verlo levantar sus hombros, no pudo evitar reír a carcajadas— Realmente necesitas volver al colegio

—¡Ey!— la reprendió lanzándole una remera que se encontraba en el suelo.

—Aleja tu ropa mugrosa de mi bella cara

—Está limpia— la tomó de su regazo y la olió para asegurarse de sus palabras. Elín rodó sus ojos— Te lo dije

Esa noche, Elín se despertó un tanto acalorada. Había soñado que las ásperas manos de Teitur le recorrían los omóplatos y descendían hasta su cintura. Se encontraba desnuda en su habitación, recostada boca abajo, mientras él la mimaba como si de un masaje se tratara. Pero al despertar, se giró velozmente, aún con las sensaciones a flor de piel, mas él no estaba junto a ella. Hundió su rostro en la almohada con la intención de gritar, estaba frustrada, tanto físicamente como mental. Todo lo que su cuerpo quería era obvio, mientras que su cabeza razonaba pensando sólo en el futuro y en nada más. Se odiaba por ello. 

Mi porción de sangre (Elín y Teitur)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora