XXXIV

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El licenciado, con una mala apuesta, perdió contra Theodora. Sonrió al escucharla gritar eufórica en cuanto ella se percató de su victoria, quien arrojó los naipes restantes y, realmente feliz, abrazó a Clara mientras vitoreaba.

Todos estuvieron de acuerdo que fue una partida de póker estresante y bien merecida para la colorada que, como niña, comenzó a bailar en pos de la pequeña mesilla. Anthony lanzó una carcajada al verla y brindó con ella por su victoria.

—Te dije que no alardees —presumió guiñándole un ojo.

—Obvio que, en otro momento, quiero la revancha. —Rick, animado por eso, estuvo de acuerdo a la propuesta pidiendo ser espectador, y pronto volvieron a organizar otra reunión para efectuarla—. Si me disculpan un momento —pidió en general.

Cuando se percató que Collins iba tras él, interrumpiendo así la charla que estaba manteniendo con Ryan, le indicó que estaba bien y continuara en su conversación, pero el agente lo miró apremiante y el licenciado no tuvo otra opción a que su pedido sonara a una orden.

Rebuscando su móvil en la guantera de su coche, las charlas se escuchaban opacas en la cocina. Con teléfono en mano salió del vehículo viendo las innumerables notificaciones.

Theodora, atenta a los movimientos de Anthony, lo siguió hasta terminar apoyándose contra el vehículo y apreció su bello perfil. Mordiéndose el labio, ocultó una sonrisa cuando él se percató de su presencia mirándola con sorpresa.

—Quiero que guardes silencio —dijo eliminando la distancia. Anthony contuvo el jadeo al tenerla tan cerca de golpe y, sobre todo, tener sus labios a escaso espacio—. Detrás de esta fina puerta, están nuestros amigos aun conversando, pero es el único sitio con mayor privacidad. ¿Crees poder guardar silencio? —susurró en su oído mientras deslizaba las manos por el borde de su playera. El licenciado se limitó a asentir no sabiendo con exactitud qué tramaba—. Buen chico —dijo besándole el cuello.

—A-amor, no es prudente... —La joven de inmediato lo silenció llevando un dedo a sus labios, mientras que con la diestra, ascendió en una caricia por su pecho con intención de sofocarlo.

—Rector, le gusta dictar órdenes, ¿pero no sabe obedecer una?

—Creo que estás ebria —dijo intimidado. Ella lo miró con una sonrisa hermosa e inclinó la cabeza.

—¡Oh, cariño! Si estuviera ebria, ya no llevarías esos jeans. —Anthony tragó con dificultad y solo pudo mirarla con los ojos entornados y una respiración trabajosa—. Harás silencio, ¿verdad?

Hechizado, solo asintió sabiendo que lo que haría su musa, lo desestabilizaría. Ella sonrió coqueta y relamiéndose los labios, descendió su toque disfrutando en extremo el rubor que él presentaba.

Anthony se sostuvo con fuerza de la puerta del coche y jadeó cuando la pequeña mano de su musa se detuvo en su erección. Rápido se apartó avergonzado que alguien se percatara de lo que estaban haciendo y ella, mirándolo divertida, se acercó un palmo más hablándole a solo centímetros de su boca.

—Dije que hicieras silencio, rector. —La vergüenza de él escaló considerablemente e, inspirando de manera brusca, tartamudeó una disculpa—. He estado pensando en devolverte el favor... ¿Sabes a qué me refiero?

—N-no es lu-lugar, cariño.

—Quien sabe cuándo volveremos a estar solos...

—Pe-pero... —Ella desprendió el botón que ajustaba sus pantalones y él, alarmado, puso las manos sobre las de ella—. Aquí no —dijo determinado. La joven le frunció el cejo molesta y, empujándolo levemente, se marchó con el grupo.

Estimada confusión (Parte I )Où les histoires vivent. Découvrez maintenant