XX

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—Quiero hablar con Marcus —dijo Theodora ni bien la ausencia de Marc se hizo presente.

A Anthony no solo le estaba faltando la paciencia, sino que también el uso adecuado de las palabras. Por lo que, reacio a responder, apoyó la frente contra la superficie lisa de la pared esperando alcanzar el juicio.

—Me corresponde al haberme inmiscuido —continuó la joven—, siento que, parte de su dolor, es mi responsabilidad...

—No, Theodora. Además, no es momento —susurró haciendo una mueca al ya presentar el dolor terrible de cabeza bien conocido por él. De inmediato se dirigió al aseo en busca de sus píldoras que no tardarían en remitir el malestar que lo perseguía.

—No dije que "ahora" —manifestó irritada por su respuesta contundente.

Al encontrarse ignorada, una sensación furiosa la hostigó haciendo que su cuerpo lo siguiera por el pasillo iluminado, llevándose la sorpresa de un licenciado que revolvía el botiquín en el aseo.

—Lo siento, cariño. No estoy siendo amable —murmuró él mirándola brevemente y a ella se le atoraron las acusaciones al obtener el reconocimiento de él—. Solo que no me agrada que te veas involucrada en... esto. No solo es altamente inadecuado, sino que no te compete.

—¡¿Disculpa?!

—Me refiero a que es un asunto que debemos solucionar Marcus y yo. No quiero generarte problemas, principessa.

La joven, apoyándose en la jamba de la puerta, observó cómo su amado abría el botiquín que estaba repleto de frascos de píldoras; eso la hizo fruncir el ceño y, por otra parte, la dejó atónita. Él tomó rápido un pote pequeño extrayendo una, luego otro pote seleccionando otra e ingirió ambas píldoras sin la ayuda de agua para tolerarlas.

—¿Qué acabas de tomar?

El licenciado la observó por el espejo del botiquín atentamente y, luego de analizarla detectando su irritación, decidió ser medido en sus respuestas.

—Me duele un poco la cabeza.

—¿Sufres jaquecas?

—Cariño, no te preocupes —pidió acercándose a ella para tomarla de los hombros y mirarla directamente a los ojos, pero ella le frunció el ceño aún más—. ¿Te agradaría salir a cenar? —inquirió tanteando otra alternativa.

—A ti lo que te agrada es cambiar de tema —dijo estrechando los ojos y desasirse de su ardoroso toque.

—N-no —masculló ruborizado al ser descubierto en su empresa.

—Ajá —enfatizó irónica y reacia separándose para dirigirse nuevamente a la sala—. Aquí estamos bien, ¿no lo crees? No se me apetece salir —manifestó mirándolo sobre el hombro para nada dispuesta en discutir. Sobre todo al ser consciente que, Anthony, ya había pasado por muchas emociones ese día.

—¿Por qué no quieres que salgamos? —inquirió confundido siguiéndola y observando cómo se recostaba en el sofá, buscando ignorarlo al darle la espalda.

—Escucha, Anthony: no tengo drama en que vayas a cenar fuera si es lo que quieres, no me molesta estar sola. Prometo no hacer desmadre —murmuró con libro en mano porque se había dispuesto a ignorarlo.

—No quiero salir solo —enfatizó confundido por esa respuesta burlesca—. Quiero salir contigo —profirió dirigiéndose al balcón para que el aire del exterior lo ayudara a contemplar mejor su juicio.

—Pues no quiero —murmuró. Theodora ocultó el rostro tras el ejemplar y fingió que leía, pero lo cierto es que estaba alerta a los movimientos del licenciado que deambulaba por la sala, bufando y murmurando palabras en italiano, mientras de vez en cuando se asomaba al balcón—. ¿Cuál es tu drama ahora? —inquirió tratando de ocultar la risa.

Estimada confusión (Parte I )Where stories live. Discover now