XXVI

1.1K 80 27
                                    

La joven presentaba una ansiedad inmensurable por sentirlo, por adecuarse a sus labios, por tocarlo y por saciar su consciencia de él. Lo necesitaba para ser y, enfadada por esa verdad, se apresuró en ponerse de puntillas para enredar los brazos al cuello de su amado que la miraba asombrado y confundido.

—Theodora, y-yo no...

—Bésame —pidió interrumpiéndolo. El licenciado se ruborizó y carraspeando intentó apartarse—. Por favor, Anthony.

—Te-tenemos q-que ha-hablar —dijo con dificultad. La pelirroja aflojó su agarre y con un rubor magistral, bajó la mirada mientras se apartaba poco a poco—. Tra-traje la ce-cena ­—susurró afectado al verla así.

—Ya no te gusto, ¿cierto? —inquirió apartándose totalmente.

—¡No! —exclamó presuroso—. No pienses e-eso...

—¿Entonces por qué no quieres besarme? —susurró apoyándose contra la mesa tratando de recuperarse de su rechazo.

—Quiero hacerlo, pero no es... a-adecuado —dijo depositando los paquetes que traía sobre la mesa.

La joven se mordió el labio sabiendo que no podía rebatir eso y, soltando un suspiro, intentó nuevamente otra alternativa.

—Ryan llegará en cualquier momento, ¿qué te parece si charlamos en mi habitación así no nos interrumpe?

—E-está bien —acordó al no querer negarle nada más. Ella le dedicó una sonrisa ladeada y enfiló a la habitación.

La joven sentía la presencia de él tras ella y un calor sexual estaba hostigándola, se preguntó por qué no podía comportarse racionalmente como debería ser y, al saber que no obtendría respuesta a eso, soltó un suspiro. Le señaló la cama para que se sentara y rápido se dedicó a recolectar los dibujos que estuvo haciendo esa tarde.

Anthony alcanzó a ver algo de su impronta muy por arriba y quedó realmente asombrado por el talento replegado. La observó recolectar su utilería de manera rápida para luego guardar todos los dibujos en una amplia carpeta que colocó debajo de su cama. Theodora al fin se subió quedando arrodillada frente a él, quien tragó con dificultad ante semejante visión.

—Bien, te escucho —dijo llevando las manos a sus piernas desnudas. Anthony apartó la mirada de inmediato al saber que, lo que estaba haciendo, era lo más difícil que haría en su vida.

—Sé que e-estas... —Las palabras se le perdieron al observar como ella se tomaba la cabellera con ambas manos para luego alzarla en lo alto, entrecerrando los ojos mientras se abanicaba el rostro.

—¿Que estoy qué? —inquirió mirándolo inocentemente para luego masajearse el cuello con la mano libre.

—E-enfadada. ¿P-podrías...? —pidió avergonzado y removiéndose incómodo al saber la erección que tenía.

—¿Podría qué? —La confusión que la joven fingía era digna de admirar, pues se soltó la cabellera y se llevó ambas manos al cuello para masajearlo, mientras en su rostro no denotó rasgo alguno de picardía.

—¿P-podrías dejar de hacer eso?

—Lo siento, te estoy escuchando, pero es que tengo un terrible dolor de cuello y la pierna —dijo mostrándole la derecha—, me duele.

—¿Qui-quieres...? —inquirió señalándole la zona.

—¡Oh! No quiero molestarte...

—No me molesta —afirmó seguro.

Anthony admiró como un hermoso rubí copó sus mejillas y él, atreviéndose, la tomó de la suave pierna haciéndola guardar la respiración. Apretó la mandíbula al notar que su erección palpitó lujuriosa y, dedicándole unas caricias antes del masaje, contempló las uñas barnizadas en negro.

Estimada confusión (Parte I )Where stories live. Discover now