Capítulo Once: Llovizna

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Jenny McKyntire

¿Alguna vez pensé en estar tan sola como ahora?

En Avonlea estaba rodeada de personas.

Ahora en Francia tengo que ver como mis amigos se besan y van por las calles de la mano.

¿Cómo es que le llaman a mi situación? Si, el mal tercio.

- Supongo que has estado pensando mucho en el trabajo - Me susurró mi tío, cuando estaba con la mirada fija en mis manos juntas. Estábamos Lucille, Francis, Fred y yo en una casa de hospedaje, en donde estaríamos el resto del viaje - ¿No te ha vuelto a escribir ese amigo tuyo?

- Eso no te incumbe - Le lancé una mirada con el ceño fruncido, volviendo a ver mis manos. No quería admitir la verdad.

Hace más de cinco meses que Gilbert y yo no hablábamos. Me sentía ligeramente culpable, pues no era culpa suya. Si solo las cartas pudieran viajar solas...

Francis estaba jugando con Lucille afuera, en la nieve.

- Nos fuimos de la isla cuando estaba nevando. - Mencioné de repente, al darme cuenta. - Eso significa que ahí ya está nevando también, ¿cierto?

Fred asintió ligeramente, con un repuesto en sus manos. Había varios repuestos para motores sobre la mesa, y él los tocaba torpemente.

- Mañana iremos más al sur. El duque está trabajando ahí, y nos a invitado junto al segundo grupo. - Asentí con un bostezo. El viaje desde Londres a Versalles había sido corto, pero el barco me había dejado un poco mareada.

Cuando el reloj dio las ocho, fui a mi habitación, en donde las maletas aún estaban sin abrirse. Cerré las ventanas rápidamente, evitando el frío. Encendí una vela, y me senté frente a un pequeño escritorio de madera.

Tomé mi maleta, y saqué de un bolsillo el cuaderno que llevaba usando desde que comencé el viaje.

Notas, observaciones, pensamientos. La mayoría de cosas que me sucedieron durante el viaje estaban ahí. Y también, las cartas que nunca logré enviarle a Gilbert.

También tenía las de Anne, que me enviaba una cada dos meses, para contarme las novedades del pueblo. No podía enviarme muchas, pero siempre las recibía con gusto.

Arranqué las hojas en donde tenía las cartas para Gilbert, y después las organicé en un pequeño montón sobre la mesa. Las dejé ahí, bajo un libro. Guardé el cuaderno bien escondido, y me vestí para después ir a dormir.

Estaba muy cansada,y mañana estaríamos cerca del Palacio de Versalles, entonces la cantidad de gente por las calles sería mayor. Esa zona era una de las más ricas y elevadas de la ciudad, siendo sus alrededores los más pobres.

Jenny: Bellyache - gilbert blytheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora