XXIV- A jugar con el bastón

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Antes de salir de casa envié un mensaje a Hunter avisándole que iba de camino, pero al llegar a su casa aún no le entregaba siquiera el mensaje en Whats App, por lo que deduje que aún estaría durmiendo. De igual manera bajo del coche y toco el timbre, no pasa mucho tiempo cuando Elena abre la puerta.

–¡Soraya! Que gusto verte. –expresa mientras se acerca para abrir el portón.

–Buenos días. –saludo con una sonrisa y luego ambas nos damos un corto abrazo.

–Estamos desayunando con mamá, únetenos. –pide al momento de volver a cerrar el portón y encaminarnos dentro de la casa. –Hunter aún duerme, pero avisó anoche que vendrías.

–Le dejé un mensaje en el trayecto pero ni le llega. –le cuento. Ella ríe de camino a su cocina. Allí está Elizabet, sentada en la mesa redonda llena de alimentos.

–Buenos días, Soraya. ¿Cómo estás, cariño? –pregunta, ofrece su mano en mi dirección y me veo obligada a bajarme y saludarla con un beso en la mejilla.

–Bien, verdaderamente me siento bien. –le soy sincera. Ella sonríe mientras bebe su café.

–Siéntate, sírvete todo lo que gustes. –mi suegra señala una de las sillas vacías frente a Elena, así que hago caso.

No había desayunado para venir, por lo que estoy sirviéndome café con leche y agarrando un pedazo de pan bañado con mermelada de guayaba. Mientras comía se me vino a la mente que podría empezar a realizar ejercicios en el mini gimnasio de papá.

–Así que ya son oficiales, eh. –me detengo de comer en cuanto escucho a Elena. Siento mi cara arder y esta vez no quiero mostrárselo a las dos mujeres que tenía enfrente.

–Tranquila, cielo. –Elizabet guarda una risa en su taza cuando bebe de ella. –No te preocupes, eres más que bienvenida. Y me alegra que mi hijo tenga a una mujer como tú a su lado.

Más complacida no podía sentirme.

–Muchas gracias, señora. –le sonrío. Ella hace un gesto con la mano, como restándole importancia.

–Somos nosotras quienes deberíamos agradecerte. Y ahora, Elena, debemos ponernos en marcha. –Se levanta bebiendo lo último que queda de su café en la taza. –Despierta a Hunter que tiene mucho que hacer con Soraya. –Elizabet me guiña el ojo.–Y nosotras también, me avisas cuando estás lista para salir.

Sin más la mujer mayor se aleja de nosotras, volteo a ver a Elena comiendo también lo último de su platillo de bocadillos y empieza a llenar nuevamente con pan, jamón, queso.

–Es para Hunter, se lo llevo para despertarlo. –Elena también se levanta a las apuradas, entonces la detengo sosteniendo su mano, yo también me pongo de pie.

–¿Puedo llevarlo yo? –pido. Ella me sonríe, asintiendo y vuelve a tomar asiento.

–Soraya... –empieza. La observo, también volviendo a mi lugar. –Hunter de pequeño era especial, siempre fue muy atento, alegre, era de los niños buenos que sus padres querían que se portara mal. Por más que yo sea la mayor, Hunter actuaba como tal, preguntaba a dónde iba, por qué tardaba, me hacía escenas de celos con los chicos con quienes salía. A Kevin le dió un puñetazo cuando rompió mi corazón por primera vez.

>Nunca lo vi tan roto cuando le dijeron que perdería la visión y de a poco. Me tocaba usar el papel de hermana mayor, tenía que estar para él, tengo que estarlo. Es un golpe para él lo que le sucede, lo escucho llorar y saber que no puedo cambiar su destino, me duele.

–Elena... –la llamo cuando noto caer sus lágrimas y su voz se rompe. Quiero decirle que está bien, que su hermano no cambiará por una discapacidad, no cambiará su personalidad pero sí el estilo de vida, que aunque sea duro todos trataremos de afrontarlo.

La estrella más brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora