XX- Pongamos en marcha

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Los días habían pasado, las clases volvieron a comenzar y yo muy difícilmente asistía, este año ya tenía en la malla una materia con el profesor Galler, que también resultaba ser mi padre. Ya sabía yo que enseñaba de maravilla pero nunca lo sentí tan frío explicando historia universal como lo hablaba en sus clases, a las cuales me veo obligada a asistir para que no se enterase que no siempre iba a la universidad, tenía un ligero peso en mi conciencia desde hacía pasadas dos semanas, hasta podía contar con las manos mi total de asistencia hasta ahora pero todo se aligeraba cuando llegaba a Motorhouse.

Pasar tiempo con Hunter en su oficina completando notas de remisión, facturas, presupuestos, cargar IVA de las compras y ventas de la concesionaria, entre planear y registrar consultas oftalmológicas y terapéuticas, me atraía más que asistir a la facultad.

Obviamente Hunter sabía que algunas veces me saltaba las clases, me regañaba, pero él entendía que la historia no era mi pasión e insistía que hablara con mis padres al respecto, pero ya sabía yo lo que dirían Noah y Gianna. "Estas a punto de terminar, no puedes dejar la facultad", ellos se habían graduado de la misma universidad y pensaban que la vida se basaba de estudios y títulos, pero miren a Hunter, él no había terminado la universidad y de igual manera poseía una gran industria.

–Mañana hay cita con el terapeuta. –menciono mirándolo de reojo a la vez que chequeo nuestra agenda planeada. Lo veo poner los ojos en blanco pero no dice nada, como los últimos días desde que se lo recuerdo.

Hace una semana había asistido con él a una de sus consultas médicas, me lo había pedido y yo obviamente toda curiosa acepté. Elios nos había acompañado e incluso había entrado con nosotros junto al médico.

La vista de Hunter estaba empeorando y él cada vez negándolo más, "no va conmigo" decía. Y es cierto, la ceguera no combinaba con alguien aventurero como Hunter. No habíamos avanzado en nada desde que nos reconciliamos aquella vez en la lluvia de estrellas, nos habíamos dicho todo pero no hemos hecho nada, más que programar citas que dudaban en cumplirse.

–Ya sabemos lo que dirá, Soraya. –lo escucho decir con pesar otra vez. Se que está arto, colérico, frustrado y así no avanzaríamos pronto.

–Entonces pongamos en marcha lo que tenemos en la agenda. –pido suplicante. –Por lo menos el punto uno.

Habíamos echo la lista de cosas que Hunter debería de aprender para alguien con muy baja visión y que sería útil para su vivir diario como principalmente saber la ubicación de las cosas en una habitación cualquiera, incluso en su casa y su área de trabajo. El punto uno era todo aquello, familiarizarse por los interiores, manejarse con ubicación en tiempo y espacio para no atropellar nada.

–Creo que no vas a mi ritmo. –señala sacándose el auricular derecho conectado a la computadora y arrojándolos a su escritorio a la par que se recuesta en su silla negra. Qué bien se ve con la camisa celeste remangada exponiendo sus brazos, además de estar ligeramente desaliñado al no traer una corbata.

–Un ritmo muy lento. –no tiemblo ante sus palabras de igual manera. Quería mucho acércame a él, abrazarlo y besarlo, porque últimamente se me aceleraba más el corazón al verlo y yo quería avanzar. Tanto en nuestra relación como en su nuevo estilo de vida. –Esto es una tortura tanto para ti como para mi el no estar tirándome encima tuyo comiéndote la boca.

Me muerdo los labios al soltar eso sin querer, mi lengua estaba hablando pensando con lo que le conviene y no con lo que debería ser. Me sonrojo ante la sonrisa maliciosa que dibuja en su rostro canela, eliminando rastro de frustración. De igual manera yo tenía razón, de echo me costaba mucho el no arrojarme a sus brazos para por lo menos una caricia, habíamos quedado que nada de mimos hasta que Hunter logre todo lo que yo quería que lograra para su beneficio.

La estrella más brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora