Capítulo 13: Le Gusto Al Idiota

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Había otro aspecto más al que nuestra pequeña estudiante de lentes no estaba habituada: la atención.

—¿Puedo ayudarte? —Dalia preguntó al ver a Jo tras cerrar la puerta de su casillero, con libros en brazos listos para la próxima clase.

—¿Y qué tal? —con sonrisa de oreja a oreja la rubia preguntó.

—Mi siguiente clase es la de estudios sociales, ¿e-eso cuenta?

—¡Oh, por favor! —Jo tomó a Dalia de las manos—. ¿Saliste con él? ¿Cómo fue?

—¿Sabes? Hay un raro y problemático simbolismo en el que haya dejado caer mis libros; las llaves que me dan acceso a un mejor mañana, en pro de tener que escuchar a alguien hablar sobre mis impresiones de un chico.

—Deja a la cuatro ojos en paz, Jo —Harry se interpuso entre las dos, cubriendo los hombros de la morena con su abrazo lateral—. Ella no tiene nada de que hablarnos respecto al desastre que de seguro le tocó.

Si la curiosidad incomodaba a Dalia, la suposición que fue un fracaso le hizo defenderse. 

—¿P-por qué de inmediato supones que fue un desastre?

—Apenas soportas a ese chico en las clases: no puedo imaginar tratar con el en un concierto ser algo mucho mejor.

Dalia se liberó del agarre de Harry, y le plantó cara.

—Sigue sin ser muy agradable el apostar al fracaso antes de que se cuenten los resultados, ¿no lo crees?

—¿Le dijiste lo de la apuesta?

—¡Cállate Jo, no me estás ayudando en este momento!

Dalia giró sus ojos, recogió sus libros y marchó hacía su siguiente clase.

—¡Bien! ¡Estuvo mal! —Harry se disculpó al tiempo que alcanzó su paso—. No nos incumbe. No debería al menos.

Dalia paró y la volvió a confrontar.

—¿Pero..?

—Velo como interés legitimo: si salió bien, si salió mal, para saber si debo chocar tus cinco o te hizo llorar, y si es así, los únicos cinco ocupados serán mi puño en la jeta de Tyler.

—¿Puedes resolver algo sin recurrir a la violencia, Harry? —preguntó Jo.

—Bueno, siempre está la estafa, la extorsión, la tortura psicológica, pero esas llevan más tiempo y soy impaciente.

Dalia entonces procedió a algo que pasa sólo cada año bisiesto: alzar su voz.

—¡Tener que escucharlas es una tortura psicológica! —gritó la morena.

De la presión y el coraje, hasta el rostro pareció oscurecer y sus ojos se coloraron. Con tal gesto, a Harry y Jo les quedó claro que tocaron una fibra sensible.

Dalia pasó su antebrazo justo por debajo de la zona de sus anteojos.

—Mil disculpas —Harry comentó—. Sé que tiendo a presionar y exagerar pero... no era en mala fe.

—Lo mismo digo —Jo reiteró—. Si no nos quieres decir, está bien por las dos.

Ambas rebasaron en los pasillos a Dalia, un tanto como mascotas regañadas, con un andar lleno de pena y con algo más de consciencia en sus cabezas.

—Es que en realidad puede que ese sea el problema —la chica de los lentes aseveró antes de perderles de vista.

—¿En qué sentido? —preguntó Jo.

¿Cómo Te Lo Digo Querida Jo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora