Shou me miró con esa característica seriedad y terminó por asentir.

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Ahí estábamos todos, ya se había vuelto una costumbre estar todos en mi casa o en casa de Kyo, dependiendo de la libertad que pudiéramos tener. Esta vez me había tocado ser el anfitrión, todos sentados en mi sala sin decir nada, la cita con Mana era a las siete de la noche y ya eran las cinco.

—Tengo que irme —Sakito se levantó por fin del sillón—. Todo estará bien —actuábamos como si fuera a su funeral—. No pasará nada y si todo resulta estaré de vuelta con Uruha —trató de sonreír, sólo logró hacer una extraña mueca.

Aoi estaba sentado en uno de los sillones individuales, tenía severas ojeras marcadas debajo de sus ojos, su cabello lucía desaliñado y vestía descuidadamente, sin mencionar que apenas había comido estos días. 

—Gracias, Sakito —cerró los ojos para evitar soltarse a llorar—. Si lo encuentras y no puedes sacarlo de ahí, sólo asegúrate de decirnos donde está —su voz flaqueó, pero lo dijo con absoluta seriedad.

El rubio asintió, encaminándose a la puerta. 

—Yo te llevo —fue Shou quien habló—. Me queda de paso de todas formas, se alzó de hombros.

—Shou, es en Yokohama —empezó a decir Sakito pero al ver la expresión del más alto se calló y asintió.

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Uruha

—Debería tomarte una foto así, te ves tan sexy —siseó la voz de Die en mi oído. 

Cerré los ojos tratando de pensar en algo más, así habían sido los últimos días, me aferraba a pensar en Yuu, en mis amigos, en lo que fuera con tal de no pensar en lo que me estaba pasando en aquellos momentos.

Estaba amarrado a la cabecera de la cama, cada brazo en cada columna. Traía puesto el famoso collar que en ningún momento me había quitado, además de una especie de correa que cubría mi boca. Lo peor no era eso, era la estúpida droga que el maldito me había dado, me drogaba con una pastilla que ponía en una bebida y me obligaba a tomar. El efecto era casi inmediato, mi cuerpo sentía una necesidad absurda por contacto, me sentía excitado, no rechazaba lo que Die me hacía, al contrario lo disfrutaba y cada que terminaba conmigo me sentía culpable. Lo disfrutaba por culpa de la droga y no podía evitarlo. Era como si cuerpo y mis pensamientos no me pertenecieran y era imposible detenerlo.

—¿Te gusta esto? —sentí el consolador moverse dentro de mi y asentí removiéndome para sentir aun más, necesitaba descargarme pero Die disfrutaba al torturarme. Removió la correa de mi boca—. Dime cuanto lo quieres, pequeño —sonrió macabramente.

—Por favor —arqueé la espalda en busca de más contacto.

Se bajó de la cama buscando su celular entre sus cosas. 

—¿Estarás de acuerdo en qué te tome un hermosa foto y se la mandé a tu hermano? Si me dejas hacerlo te daré el placer que necesitas —pedirme permiso, maldito cínico, era obvio que lo haría sin importar mi respuesta.

Asentí frenéticamente, la droga no sólo encendía mi cuerpo, nublaba mis sentidos de tal forma que me hacía pedir y disfrutar todo lo que me estaba haciendo. Después de que todo terminaba, podía recordar cada una de las cosas que me hacía y que yo hacía. Eso era peor que todo, saber  que yo consentía, además de gustarme. 

—Has lo que quieras, no me dejes así —sentí la cámara del celular sobre mí y no podía importarme menos.

Die soltó una carcajada—. ¿Quieres que te la meta? —asentí gimiendo—. Eres insaciable Uruha, quien diría que serías la zorrita perfecta, ¿qué diría tu hermano si te viera así? —seguía con el celular en la mano.

Fast & Beautiful [The Gazette Aoiha]Where stories live. Discover now