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Aún estaba a oscuras cuando despertó, sintiendo algo de frío por encima de las sábanas. Estaba solo en la cama y tomó un par de segundos recordar lo que había pasado tan solo horas atrás, sonriendo de manera algo tonta mientras se giraba sobre su lugar para recostarse sobre su espalda.

Fue una mala idea considerando el súbito dolor que recorrió su espalda baja hasta su trasero, gimiendo de manera ahogada sobre las almohadas mientras volvía a su posición anterior.

La puerta de su baño se abrió de pronto, tomándolo por sorpresa mientras tiraba de las sábanas para cubrirse a tope con timidez, logrando una pequeña risa del más alto que salía cubierto con una toalla alrededor de las caderas.

— ¿Estás siendo tímido? —Preguntó mientras se secaba con otra toalla sus cabellos aún húmedos, sentándose al borde de la cama por su lado, una de sus manos estirándose para apartar lasblancas telas.— ¿Todo bien? Me tomé el atrevimiento de usar tu ducha, espero no te moleste.

— No, está bien. Creo que también necesito una. —murmuró en voz algo baja, intentando incorporarse pero aun siendo presa del dolor en la zona baja de su espalda.

— ¿Fui algo brusco? — Yukhei pudo notar la molestia en el rostro del menor, inclinándose para acariciar con suavidad sus caderas y espalda, dejando un beso en sus labios a la espera de una respuesta.

— N-no, es solo que supongo que perdí la costumbre. —una mentira más escapó de sus labiosmientras lo observaba algo sonrojado, dejándose caer nuevamente sobre las almohadas.

— Pude notarlo, te sentías apretado. —replicó el castaño, logrando otro tono de rojo en sus mejillas que hizo sonreír al más alto mientras se ponía de pie con dirección al placard de suhabitación. — Perdón por tantas confianzas pero debo atenderte bien, por aquí deberías tener algunas pastillas para el dolor. —murmuró mientras buscaba con la mirada el lugar donde guardaba cosas como esas.

— Dentro del armario en el mostrador dejé algunas para el dolor, supongo que funcionaran.—respondió distraído, cerrando los ojos para relajarse de la sensación pero recordando de pronto algo demasiado importante, un detalle tonto pero que podría arruinar todo. — Espera, ¡no loabras!


Fue demasiado tarde cuando las compuertas del mueble se encontraban abiertas de par en par y tres conjuntos de su uniforme de escuela se encontraban perfectamente colgados en el centro del armario, dejados con seguridad por el servicio como solían hacerlo siempre cada día antes deempezar la semana.

La mirada de Yukhei se mantuvo fija en los uniformes antes de enfocar su atención al mostrador interior que el pelinegro le había indicado, tomando las pastillas y volviendo hasta la cama.

— ¿Me explicas esto? —el tono de su voz era casi gélida, el enojo tiñendo su mirada mientras le extendía las pastillas junto a su tarjeta de identificación que usaba para ingresar a su institución educativa, en donde claramente se leía su nombre, edad y fecha de nacimiento en letras negritas.

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