El inicio sin barrera.

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Los VK llegaron a la Isla de los Perdidos y para sus ojos todo parecía haber cambiando desde que estuvieron ahí en busca de la piedra de Hades, y a la vez no. Se sentían extraños. Aquello por lo que habían ido inicialmente al reino, y por lo que luego luchó Uma se había cumplido. Ya no había barrera, había sido derriba por la que era ahora su reina.

Después de caminar por el que había sido su hogar por años, llegaron a la casa en la que se habían despedido de sus padres antes de partir a Auradon, antes de que sus vidas dieran un giro de 180°.

Entraron sigilosamente a la estancia, procurando que si sus padres estuvieran allí, no se asustaran y los atracaran o algo por el estilo. Una vez ya en la sala principal, Evie divisó a su madre retocando sus cejas y Jay a su padre ordenando cosas para su tienda. Ambos se acercaron a sus padres a saludarlos y Mal, al ver a Maléfica durmiendo en su especie de trono decidió no molestarla.

- ¡Evie! – la Reina Malvada dejó sus cosas de lado y abrazó a su hija–. ¿Cómo está mi princesita? ¿Conseguiste a algún príncipe? ¿Un castillo? ¿Tienes muchos espejos?

- No sé si cuente como un castillo, pero sí tengo una casa grande y acogedora, todo lo que necesito junto a mi tienda. – respondió Evie a la vez que correspondía al abrazo de su madre–. Y en cuento al príncipe... No como tal. Doug es hijo de Tontín por ende no tiene el título de príncipe, pero para mí y mi corazón es un rey. Mi rey.

Ante tal comentario Mal no pudo evitar reír. Ella lo sabía de sobra al ser su mejor amiga, pero de igual manera aún le sorprendía lo notable que era el hecho de que era hija de la Reina Malvada en su forma de actuar y hablar. Además, le hacía muy feliz escuchar a su hermana del corazón tan contenta y enamorada.

- Eh... – interrumpió Carlos el momento madre e hija que estaba teniendo su amiga–. ¿Y mi madre?

- Salió. – respondió Evil Queen.

- ¿Dónde? – preguntó Carlos, dispuesto a ir en busca de su mamá.

- Por ahí. Creo que fue a buscar a Sofía. – dijo esta vez Jafar.

- ¿A quién? – preguntó el cuarteto de amigos al unísono.

Justo en ese momento la puerta principal se abrió dejando ver a una mujer vestida con algo que parecía un abrigo hecho de piel de dálmatas.

- ¡Mamá! – gritó Carlos para luego abrazar a su progenitora.

- ¿Carlos? ¿Qué estás haciendo acá? – dijo Cruella sorprendida al ver allí a su hijo.

- Volvimos para verlos.

- ¿Y ese asqueroso perro que llevabas en brazos la vez que te vi por la computadora?

- Chico, mamá. Su nombre es Chico. – Carlos deshizo el abrazo hablando con un poco de hastío.

- Sigo creyendo que es perfecto para unas orejeras, ¿cierto que sí? – dijo a la vez que acariciaba al perro de peluche que tenía en el hombro.

Carlos rodó los ojos y se fue a sentar junto a Mal.

- Mal. – llamó Jay–. ¿No vas a despertar a tu mamá?

- No, dejémosla dormir. Ya habrán más oportunidades para venir a visitarla. – mencionó la chica mientras una sonrisa tierna se dibujaba en su rostro.

Sí, quizá Maléfica no fue una madre de ensueños, o la más ejemplar, y quizás tampoco estuvo allí en todos los momentos en que un niño necesita a su mamá. Sin embargo, ella es como es e hizo todo lo posible por ser una buena madre para Mal. Independientemente de todo el mal que pudo haber causado, la nueva reina la sigue queriendo igual que antes.

Y así, entre algunos abrazos, risas, alegatos por parte de los padres y ojos en blanco por parte de sus descendientes pasaron la tarde, poniéndose al día con todo lo ocurrido en sus vidas.

Cuando el sol ya estaba desapareciendo, los chicos se despidieron y emprendieron la vuelta hacia Auradon. Prometiendo que volverían cuando pudieran, cuando el deporte dejara a Jay, la tienda de moda a Evie, los deberes de reina a Mal y cuando Chico dejara a Carlos.

La Hermana de CarlosWhere stories live. Discover now