El infiel

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Podía verlo desde la ventana de la cocina reír a carcajadas, mientras la levantaba en brazos para finalmente besarla apasionadamente. Apretó los dientes con impotencia para ahogar el grito de indignación que quería escaparse. Él estaba feliz, tan feliz, como cuando la conoció a ella.

Margarita siempre estuvo enamorada de él, desde la primera vez que lo vio y su corazón adolescente se derritió como un caramelo. Era verdad que siempre le ofreció su cariño de amigo, pero ella lo amaba. Por eso cuando le presentó a "la intrusa" no pudo contener los celos y las lágrimas por poco la delatan.

"Ella es Margarita, mi mejor amiga"—había dicho. "Mucho gusto"— respondió con toda formalidad, la delgaducha que ostentaba el nuevo título de novia. Hubiese querido matarla en ese instante, borrarle de una vez esa sonrisa complacida por habérselo arrebatado. Pero lo quería demasiado y decidió hacerse a un lado.

Una mañana de invierno, sin ninguna pertenencia más que su tristeza, se fue de la casa dónde había sido tan feliz, donde había compartido su vida con él. Empezó a caminar sin rumbo. Se sabía hermosa, se sabía noble y merecedora de algo más que las migajas de un amor que no le pertenecía. Ella era única, exclusiva y tenía dignidad.

Hacía mucho frío, así que empezó a correr. El trayecto a la ciudad era largo, pero seguramente alguien la recogería en el camino, alguien querría compartir su soledad. El viento le quemaba la garganta, entonces aminoró el paso con la cabeza gacha y la cola entre las piernas caminó al costado de la ruta. Alguien la valoraría. Después de todo, ¿a quién no le gustan los perros?

Cuentos ...que fueron llegandoWhere stories live. Discover now