—Joel, ¿puedes prestarle atención al niño? —pregunta el ojiverde más como un pedido.
—Estoy mirando —dice concentrado en la pantalla del televisor.
Erick mueve la comida en la olla y va pre calentando el horno para el pollo.
El rizado apenas y nota que su hijo está ahí.
El pequeño gatea hasta sus pies y Joel lo mira con flojera.
No quiere levantarse un poco para cargarlo.
—Amor, ¿viste a qué hora es la cita para sus vacunas hoy?
—Sí, sí, sí.
—¿Estamos a tiempo después del almuerzo?
—Ajá —responde sin saber de que habla por la escena que está pasando frente a sus ojos.
—Ed le teme aún a las agujas, ojalá hoy le vaya bien.
—Sí.
El rizado ruega internamente porque se calle.
Quiere prestarle atención a la película y no le dejan.
Ambos todo el tiempo están molestando.
Su hijo se ríe agarrando sus juguetes y se aleja rápido gateando al balcón.
Joel lo mira un par de segundos pero esa cabeza ya no cabe por las barandas, así que no le pone atención.
Su pelotita se cae al primer piso y Ed hace un berrinche en su lugar, rodando en el piso.
—Tu hijo no puede ser más malcriado.
—Es un bebé, Joel —dice el ojiverde metiendo con molestia la bandeja al horno— y es tu hijo también, ¿estás poniéndole atención?
—Por algo comento que es malcriado, Erick, obviamente estoy mirando.
—Llévalo a su corral.
—Pesado —alarga mirando el techo y pasa la mano por su cabeza.
No hay un solo día en que puede estar sin hacer absolutamente nada como le gustaría.
Se pone de pie lento y es preciso para ver como su hijo pone un primer brazo en la escalera.
Sus ojos se abren cuando baja el segundo y al no tener estabilidad cae por los escalones hasta llegar al primer piso y sus bracitos se abren en el charco de sangre que está bajo su cabeza.
Erick lo mira desde la cocina y Joel aún es incapaz de moverse.
—¿Qué fue eso? —pregunta temblando al salir y su respiración se entrecorta al verlo.
Su bebé está muerto.
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