•°• F O B I A •°•

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Al despertarme, giro mi cabeza hacia el asiento de al lado, y veo que Adam está dormido, miro mi reloj de mano, y me sorprendo al ver lo mucho que dormí, ya casi es medio día

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Al despertarme, giro mi cabeza hacia el asiento de al lado, y veo que Adam está dormido, miro mi reloj de mano, y me sorprendo al ver lo mucho que dormí, ya casi es medio día.

- Queridos pasajeros, por favor, abrochar sus cinturones de seguridad, el avión está punto de aterrizar- habla la azafata por el megáfono.

Abrocho mi cinturón, e intento abrochar el de Adam, muerdo mi labio inferior al no poder alcanzar el otro lazo, me siento nuevamente a mi puesto, y desabrocho mi cinturón, lo que debí haber hecho desde el principio, me levanto y mi pie se queda enredado con algún cable que estaba en el asiento del frente, en un intento por safarme caigo de rodillas y mis manos quedan cerca de la entrepierna de Adam.

Abro mis ojos asustada, quito mis manos de inmediato, abrocho el cinturón y me devuelvo a mi asiento. La vergüenza no me cabe en el cuerpo. Sonrojada, volteo a verlo de repente y mi vista se fija en su rostro.

Tiene unos rasgos faciales muy definidos y acentuados, podría pasar desapercibido por uno de esos modelos europeos que Stephany ve en las revistas de moda. Sonrío avergonzada al ver que abre sus ojos y yo estoy muy pegada a él, con mis manos en su amigo.

— Pensé que eras de las que iba de frente, no de las que espera a que quedemos noqueado— dice burlándose.

Carraspeo, ideando poder hacer algo al respecto— En vez de decir estupideces, deberías ayudarme antes de que nos regañen— inquiero, a la vez que señalo mi pie enredado con unos cables.

— Te ves tierna cuando arrugas tu ceja cada vez que intentas parecer enojada— evade lo que dije, a lo que ruedo los ojos hastiada— Está bien, eres una amargada.

Le saco el dedo corazón— Si no estuviéramos en esta situación tan incómoda— señalo el pequeño círculo imaginario que hay entre el y yo— Te mandaría a la mi*rda.

Suelta una risa ronca, mientras desata los cables enredados en mi pie, al liberarme me devuelvo a mi asiento y abrocho mi cinturón. Todo queda en silencio, y agradezco no seguir pasando tanta vergüenza.

— Llámame— me dice, guiñando el ojo— Estoy en la ciudad por unos meses, si me necesitas, ya sabes cómo contactarme.

— Nos tomaremos un refresco— arruga sus cejas.

— ¿No tomas café?— niego a su pregunta, y le sonrío.

— Te estoy llamando— aseguro y me regala una sonrisa de boca cerrada.

— Seguro— afirma él y esta vez soy yo la que sonríe.

Cierro mis ojos para poder soportar el movimiento brusco del avión mientras aterriza. Minutos después, ya estábamos cogiendo el equipaje de donde las guardamos. Me entretengo revisando unos mensajes de mamá y unos de Jenny, guardo mi celular, y me doy la vuelta para buscar a mis hermanas, las cuales justo ahora no veo y empiezo a alterarme.

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