Capítulo 3

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Mimi no había conseguido conciliar el sueño apenas. La discusión con Ana había sido casi a las seis pero ella no había podido quitarse el mal cuerpo de encima en lo que faltaba de noche. De forma que a las siete y media se cansó de dar vueltas sin sentido alguno en la cama y se levanto. Se puso ropa de deporte y bajó al gimnasio del hotel a ver si conseguía quemar toda su frustración o al menos dejar de ver a Ana en cada pestañeo como la vio esa noche.

Muy a su pesar ni la media hora corriendo ni hacer toda su rutina consiguieron disiparle la imagen de la cabeza así que ya agotada física y mentalmente se rindió y puso rumbo a su habitación.

Cuando la puerta del ascensor se abrió en su plata y Mimi choco con un hombre corpulento en seguida se apresuro a pedir perdón por no fijarse por donde andaba pero en cuanto levantó la mirada y vio al padre de Ana llorando amargamente se le heló la sangre del todo.

- An... Antonio, ¿Te encuentras bien? - no sabia si tocarle o no, después de lo de la noche anterior dudaba seriamente de volver a acercarse a un Guerra.

- Mimi. ¡Ay hija, cuanto tiempo sin verte, perdona! - se enjuaga las lágrimas con un pañuelo de tela que luego guardó en el bolsillo - ¿Qué... qué tal te va?Aunque bueno, he visto en la prensa que has llenado el palacio dos días seguidos.

- No me puedo quejar ¿y tu? - cruza uno de su brazos agarrándose el otro, esta nerviosa frente al padre de Ana y a la vez incomoda por verle llorar.

- Todo lo bien que puedo estando Ana como está, no sé si...

- La vi anoche, sí. Estoy en la habitación de enfrente.

- Tanto poner en sus contratos que no estuvieras tú por ninguna parte para luego terminar durmiendo en frente - su tono es divertido a la vez que lastimero pero a Mimi le duele que Ana llegase a tanto.

Es cierto que desde que rompieron no volvieron a coincidir. Nunca, de hecho. Ni en galas de premios, ni en medio. Nada. Pero Mimi ni siquiera se paró a pensar que fuese porque Ana lo impusiese. Quizás hubiera sido violento compartir escenario en un evento pero nada que no hubiesen podido llevar ellas. Bueno, ellas de antes. Claro.

- No sabia que hubiera hecho eso - responde Mimi con más dolor que enfado por el beto.

- Lo sigue haciendo. Eres la clausula veinticinco - Mimi arruga la frente pero no dice nada, no sabe que pensar como para saber que decir - Quizás tu puedas hablar con ella - sugiere cogiéndole una mano a la rubia - tiene una entrevista a mediodía y se niega a ir y yo no consigo que me escuche y solo me grita y... - el hombre vuelve a llorar aferrándose a la mano de Mimi y esta alarga la que le queda libre para secarle las mejillas.

- Entiendo pero... no creo que pueda hacer nada - Mimi baja la mirada con vergüenza y culpa - ayer tuvimos un encontronazo bastante serio, la verdad, y no se si...

- Te lo pido como favor personal Mimi, te lo suplico si quieres pero tiene que ir y tiene que ir bien.

- Antonio no puedo - suelta su mano del agarre del hombre con un tirón y se da media vuelta con el corazón en un puño dejándole ahí - soy una cobarde - masculla lo suficientemente alto como para que la oiga pero sin ser un tono normal y se mete en su habitación sin mirar atrás.

Llora de impotencia sentada con la espalda apoyada en la puerta, se golpea las rodillas y deja salir toda la rabia que ni durmiendo ni haciendo ejercicio ha conseguido sacar. Llora unos minutos con toda su alma pero en un instante su mente cambia totalmente de parecer. Se seca las lágrimas de un golpe y se pone en pie, cuadra los hombros y sale al pasillo del hotel. Cruza el metro y algo que separa su puerta de la de Ana y llama con todas sus fuerzas. Golpea la puerta pero no dice nada. Teme que si Ana sabe quien es ni siquiera la abra. Aunque también duda que lo haga así visto como estaba su padre.

Yo nunca quise llegar a esto, AnaWhere stories live. Discover now