51: Peligros de viajar en el tiempo por Laila Elizabeth Scamander

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Chica Lizzy graznó

Harry me miró alarmado sin querer hacer ruido.

—Tenemos que irnos. Ahora

El hipogrifo echó a andar agitando un poco las alas con talante irritado. Aún nos hallábamos a tres metros del bosque y nos podíamos ver perfectamente desde la puerta trasera de la cabaña de Hagrid.
—Un momento, Macnair; por favor —dijo la voz de Dumbledore—. Usted también tiene que firmar. —Los pasos se detuvieron. Buckbeak dio un picotazo al aire y anduvo algo más aprisa.
—Si, eso es, buen muchacho—le sonreí nerviosa.

Aún oía la voz de Dumbledore en la cabaña. Dio otro tirón a la cuerda. Buckbeak se puso a trotar a regañadientes. Llegamos a los árboles...
Mire por encima del hombro de Harry. Ya estábamos fuera del alcance de las miradas. Desde allí no veía el huerto de Hagrid.
—¡Para!—me dijo —. Podrían oírnos.
La puerta trasera de la cabaña de Hagrid se había abierto de golpe. Harry, Buckbeak y yo nos quedamos inmóviles. Incluso el hipogrifo parecía escuchar con atención.
Silencio. Luego...
—¿Dónde está? —dijo la voz atiplada del anciano de la comisión—. ¿Dónde está la bestia?
—¡Estaba atada aquí! —dijo con furia el verdugo—. Yo la vi. ¡Exactamente aquí!
—¡Qué extraordinario! —dijo Dumbledore. Había en su voz un dejo de desenfado.
—¡Buckbeak! —exclamó Hagrid con voz ronca.
Se oyó un sonido silbante y a continuación el golpe de un hacha. El verdugo, furioso, la había lanzado contra la valla. Luego se oyó el aullido y en esta ocasión pudimos oír también las palabras de Hagrid entre sollozos:
—¡Se ha ido!, ¡se ha ido! Alabado sea, ¡ha escapado! Debe de haberse soltado solo. Buckbeak, qué listo eres.
Buckbeak empezó a tirar de la cuerda, deseoso de volver con Hagrid. Harry lo sujetó con más fuerza, hundiendo los talones en tierra, yo le di un par de caricias tratando de calmarlo.
—¡Lo han soltado! —gruñía el verdugo—. Deberíamos rastrear los terrenos y el bosque.
—Macnair; si alguien ha tomado realmente a Buckbeak, ¿crees que se lo habrá llevado a pie? —le preguntó Dumbledore, que seguía hablando con desenfado—. Rastrea el cielo, si quieres... Hagrid, no me iría mal un té. O una buena copa de brandy.
—Por... por supuesto, profesor —dijo Hagrid, al que la alegría parecía haber dejado flojo—. Entre, entre...
Escuche con atención: oyeron pasos, la leve maldición del verdugo, el golpe de la puerta y de nuevo el silencio, sonreí.
—¿Y ahora qué? —susurró Harry, mirando a su alrededor.
—Tendremos que quedarnos aquí escondidos —suspire—. Tenemos que esperar a que vuelvan al castillo. Luego aguardaremos a que pase el peligro y nos acercaremos a la ventana de Sirius volando con Buckbeak. No volverá por allí hasta dentro de dos horas... Esto va a resultar difícil y muy suicida, pero bueno al parecer así son todos nuestros años no?
Mire por encima del hombro, a la espesura del bosque. El sol se ponía en aquel momento.
—Habrá que moverse —dijo Harry, pensando—. Tenemos que ir donde podamos ver el sauce boxeador o no nos enteraremos de lo que ocurre.
—De acuerdo —dije, sujetando la cuerda de Buckbeak aún más firme—. Pero hemos de seguir ocultos, Harry, recuérdalo.
Nos movimos por el borde del bosque, mientras caía la noche, hasta ocultarnos tras un grupo de árboles entre los cuales podía distinguir el sauce.
—¡Ahí está Ron! —dijo Harry de repente.
Una figura oscura corría por el césped y el aire silencioso de la noche les transmitió el eco de su grito.
—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...
Y entonces vi a otras tres figuras que salían de la nada. Me vi a mi misma, a Harry y a Hermione siguiendo a Ron. Luego vi a Ron lanzándose en picado.
—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.
—¡Ahí está Sirius! —dijo Harry. El perrazo había surgido de las raíces del sauce. Lo vimos derribar a Harry y sujetar a Ron—. Desde aquí parece incluso más horrible, ¿verdad? —añadió mientras el perro arrastraba a Ron hasta meterlo entre las raíces—. ¡Eh, mira! El árbol acaba de pegarme. Y también a ti. ¡Qué situación más rara!
El sauce boxeador crujía y largaba puñetazos con sus ramas más bajas. Podía verme a mi misma corriendo de un lado para otro en su intento de alcanzar el tronco, tenía ganas de gritar e "¡A la izquierda no Idiota, a la derecha! Y de repente el árbol se quedó quieto.
—Crookshanks ya ha apretado el nudo —explique.
—Allá vamos... —murmuró Harry—. Ya hemos entrado.
En cuanto desaparecimos, el árbol volvió a agitarse. Unos segundos después, oí unos pasos cercanos. Dumbledore, Macnair, Fudge y el anciano de la Comisión se dirigían al castillo.
Vimos a los cuatro hombres subir por la escalera de entrada del castillo y perderse de vista. Durante unos minutos el lugar quedó vacío. Luego...
—¡Aquí viene Lupin! —dijo Harry al ver a otra persona que bajaba la escalera y se dirigía corriendo hacia el sauce. Instintivamente mire al cielo. Las nubes ocultaban la luna.
Vi que Lupin tomaba del suelo una rama rota y apretaba con ella el nudo del tronco. El árbol dejó de dar golpes y también mi tío Remus desapareció por el hueco que había entre las raíces.
—¡Ojalá hubiera tomado la capa! —dijo Harry—. Está ahí... —Se volvió hacia mi y no tuve que ver su mente—. Si saliera ahora corriendo y me la llevara, no la podría tomar Snape.
—¡Harry, no nos deben ver!
—¿Cómo puedes soportarlo? —me preguntó con irritación—. ¿Estar aquí y ver lo que sucede sin hacer nada? —Dudó—. ¡Voy a tomar la capa!
—¡Harry, no!

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanWhere stories live. Discover now