Capítulo I

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Había tenido una fiesta de bienvenida cuando regresó a casa, pero Sasuke no quería nada. Ahora tenía su libertad, había planeado hacer un montón de cosas para disfrutarla mientras permanecía encerrado, había pensado en viajar por el estado, acampar, incluso en pasar tiempo con el imbécil de Itachi, pero ahora las cosas eran diferentes, sus planes se habían ido al garito dos meses antes de que saliera, cuando su prima le había ido a visitar. Hinata había llorado tanto al otro lado del vidrio, causando impotencia en Sasuke, y ansiedad; iba sola y eso hubiese sido raro si él no hubiera discutido con Sakura un mes antes, por ser un idiota. Luego ella había actuado como una Hyuga decente y lo había mirado a los ojos, justo cuando él le iba a preguntar sobre su chica y si ella seguía enojada con él, fue que le soltó la noticia.

Su chica estaba muerta. Y a partir de ese momento él había muerto con ella.

Sakura había tenido un accidente automovilístico y había fallecido en el momento. Su cuerpo había quedado totalmente calcinado e irreconocible, pero no fue difícil saber que era ella, pues todo el mundo la había visto salir en ese coche, un destartalado modelo que no se comparaba en nada a su flamante Porsche. Sasuke seguía preguntándose porque habría hecho eso, pero jamás tendría una respuesta.

 —¿Sasuke, estás bien?, la fiesta de hace una semana fue en tu honor, pero no parecías estar allí.

Él giró su rostro hacia quien le hablaba. Ino tenía una pequeña sonrisa en sus labios, y un vaso plástico en su mano. Sus cortos shorts se ajustaban a sus caderas, y la blusa le apretaba los pechos de forma sugerente. Ese día se encontraban en una reunión en casa de los Uchiha, el amigo de Itachi y el hermano de Ino, Deidara, estaba preparando su receta especial de domingo: Costillas con salsa BBQ.

— Lo estoy, no te preocupes.

Ella se sentó a su lado.

— Itachi dijo que te vas a ir lejos, al menos por un tiempo — suspiró — supongo que necesitas empezar de nuevo.

Él guardó silencio por un momento, pero luego habló.

— Eso creo.

Ella sonrió.

— De todas formas deberías volver, este sitio es tu casa y todo lo que eres viene de aquí.

Él encogió los hombros.

— Supongo.

Ino le palmeó suavemente el hombro.

— Espero que ese viaje te sirva para poner el pasado a descansar, tienes una vida, aprovéchala.

Y con eso se levantó, dejándolo solo. Si, así era mejor, eso era lo que necesitaba. Empacaría su mierda, tomaría su auto y se perdería por ahí, viviendo como mejor pudiera hasta que la cabeza recapacitara y el corazón sanara.

Pensando en eso se levantó de donde estaba e ignoró a todo el mundo, dirigiéndose a su habitación, había mucho que empacar.

.

.

Hanna Inuzuka sonrió cuando apretó sus dedos en torno a la bolsa de comida que llevaba en las manos. Ella era fanática de ese restaurante, pero debido a su trabajo, solamente podía darse el lujo de tomarse su tiempo para comer los días que descansaba, a veces ser policía en serio apestaba. En cuanto supo que ese domingo era libre ideó el plan perfecto para su fin de semana, empezando por una pasada al restaurante y la compra de un buen plato típico japonés.

Al ir a cruzar la calle escuchó en la lejanía el sonido de un motor afinado, curiosa, se inclinó un poco para observar el carro, otra de sus pasiones. El Porsche negro desaceleró cerca de donde ella estaba, deteniéndose en la siguiente calle, frente a su restaurante favorito. Hanna notó que tenía unas finas líneas rojas, como la sangre, por lo que tenía que ser un modelo deportivo o fabricado por pedido.

El dueño de ese auto tiene pasta, un montón nauseabundo de ella.

Esperó que el semáforo diera luz verde para los peatones y cruzó la calle, justo en el preciso instante en el que un pelinegro bajaba del auto, con una sonrisa animada. Llevaba el cabello largo, recogido en una coleta baja, un traje casual, de jeans y camisa; aunque lo que le llamó verdaderamente la atención fueron las botas, negras, hasta media pierna, de cordones y con al menos unos cinco centímetros que agregarle a su altura. A Hanna le encantaría tener unas botas así, para patear traseros en su trabajo.

La otra cosa que captó su atención fue el comportamiento de la gente en torno al señor sexy-con-botas-patea-traseros. Se alejaban sutilmente de su camino pero le saludaban aún así, eso significaba que el hombre inspiraba respeto. Regresando sus ojos al flamante auto lo analizó ligeramente, entonces fue que detalló la calcomanía de un cuervo en la parte de atrás. Frunciendo el ceño ella apretó su bolsa con el almuerzo mientras reconocía a Raven, el famoso presidente de los Falcon's, un club de corredores callejeros que tenía su residencia en la ciudad.

Aunque el jefe de policía solía llevarse bien con ellos, porque le colaboraban con algunos trabajos "difíciles", a Hanna no le gustaban mucho que digamos. Si bien era cierto que nunca se les había encontrado haciendo algo ilegal, ella no terminaba de aceptar que el jefe tratara tan bien a un grupo tan intimidante, sobretodo por su reputación en la ciudad, y los rumores que corrían acerca de ellos, los que incluían torturas, asesinatos secretos y amenazas. Aunque a esos rumores se les había olvidado mencionar que Raven distaba muchísimo de la apariencia hosca de algunos de sus miembros, el hombre podía pasar fácilmente como un chico con estilo de Bad Boy, pero jamás como un conductor de las calles.

Sin ser conciente de todo el tiempo que había pasado observándolo, se enderezó ligeramente cuando sus ojos se encontraron con los de él, negros como el carbón. Nerviosa, desvió su mirada hacia la caja con Dangos que él llevaba en las manos; eso la tomó por sorpresa y dirigió sus ojos hacia su rostro de nuevo, para encontrarse con una sonrisa socarrona en su hermosa cara. Eso la enfadó, era un tipo creído.

A Hanna no le gustaban los tipos creídos.

Itachi enarcó una ceja. Desde que se había bajado del auto percibió la mirada intensa de alguien sobre él, al inicio pensó que era algo sin sentido y continuó con sus planes, sin embargo la sensación de ser observado, y analizado, no desistía. Después de comprar sus Dangos había girado y escaneado la zona, para encontrar a la chica en la acera del frente, repasando su figura con sus ojos intensos. No es que fuera una gran belleza, pero tenía lo suyo, cubierto por una camiseta con un pequeño escote en V y un pantalón estampado deportivo hasta media pierna.

Ahora ella curvaba sus labios, pecaminosamente llenos, con ligero desagrado. Con el rabillo del ojo ubicó su mirada sobre su auto, y seguramente sobre la calcomanía del cuervo. Amaterasu se robaba la atención a donde iba, pero ella parecía no estar apreciando nada de la belleza salvaje de su auto, sino que más bien lucía como si estuviera contemplando un montón enorme de mierda acumulada en la calle. Vale, esa no era la mirada que él esperaba que su chico provocara, normalmente la visión de su auto ocasionaba sonrisitas coquetas que, si tenía suerte, terminaban un un revolcón definitivamente caliente en algún lugar apartado.

Demás está decir que Itachi era un chico con suerte.

Pero la señorita deliciosa al otro lado de la acera no parecía quererle dar lo que él deseaba, así que sin más remedio, él desfiló hacia el puesto de conductor y después de hacer rugir el motor, en un acto inmaduro de prepotencia, arrancó y se perdió por las calles. Él no necesitaba ese tipo de mala vibra sobre él o sobre su auto. Fue cuando se detuvo en un semáforo que rememoró las piernas torneadas de la nena caliente en el restaurante y frunció el labio, porque solo conocía un tipo de chica con un cuerpo como aquel y un desagrado tan tangible al cuervo en su auto.

Policía. 

Gas-Sex-Rock [SasuSaku Fanfic]Where stories live. Discover now