Poema 32

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29/04/2018

Las noches te esperan asfixiadas

en tu volcán de cohetes bailarines.

Las horas titilan al retorcerse pensando

en las vueltas entre tus caderas,

tan sinuosas como sus manecillas.

Los gatos maúllan alocados a la amplia llanura.


Mi imaginación hace del barro de imágenes

que tengo bien guardadas en una carpeta.

Mis ojos se resienten y les cuesta ver,

porque se traspone su visión con el anhelo

de mis manos por recorrerte al igual

que el alfarero con la masa de barro caliente.


El silencio está temblando de frío

cuando no le acallas con tu boca.

La música está mudando en tu mariposa

del jardín fresco donde florecen las luces,

que te conducen tras la sombra del atardecer,

cuando tiembla la naturaleza más salvaje.


Tu ombligo debe estar triste de no tener

el calor de mis manos buscando

tu piel, santuario de mi gloria.

Tus pelillos han de estar mustios de

que no los ericen mi piel y mis pelos,

que buscan los tuyos como el polen.

Tus dedillos añorarán el jugueteo de

mis dedos de las manos, que te hacen andar

en el aire, como pájaro al amanecer.


A mis libros les encantan tus manos,

cuando los lees, y disfrutan de hacerte

saber de algo nuevo, que te ilumina.

A mi minicadena un largo sueño le ha llegado

tras la última vez que te fuiste, y ya no lanza

a las cuatro paredes el incienso de (What's the story)Morning Glory?


A esta mañana le encantaría oír esa música, tu voz,

y el mundo se pararía para dejarnos solos.

AutovíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora