Capítulo 7

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Sus manos ásperas y llenas de imperfecciones habían acariciado aquel cuerpo hermoso, que en sueños tanto había anhelado acariciar. Sus labios recorrieron la piel blanquecina como el marfil, tratando de impregnarse de su esencia. Sus oídos se llenaron de los más dulces y pecaminosos sonidos, desde los más hermosos, hasta los más obscenos, y en su memoria se grabó a fuego la celestial imagen del rubio entregándose por completo a él, sonrojado, con la piel brillante por la ligera capa de sudor que se formó sobre su cuerpo, con los labios maltratados e hinchados por sus fogosos besos, los cuales murmuraban palabras ininteligibles y dejaban escapar súplicas, jadeos y sollozos de placer, con el perfecto peinado que siempre llevaba, completamente deshecho, con aquel dulce estremecimiento de su cuerpo en el momento en que lo hacía suyo y con sus bonitos y brillantes ojos azules nublados por la lujuria, el deseo y una emoción que nunca había visto dirigida hacia él; amor.

Contrario a lo que imagino en un principio, solo una vez no fue suficiente, por eso tuvo que asegurarse de hacerlo suyo por lo menos unas tres veces en esa larga noche; la primera en su cama, la segunda en el sofá y la tercera en la regadera y lo hizo en todas las formas en que le fue posible, asegurándose de dejar su marca en cada una de ellas.

Steve había despertado un hambre insaciable en él, que no parecía calmarse con nada.

Se despertó. Necesitaba calmarse y necesitaba decirle a Steve lo que estaba pasando con él, de esa forma podrían llegar a un acuerdo y Steve permanecería a su lado por más tiempo.

Extendió su brazo hacia el otro lado de la cama, buscando sentir al menor, pero, para su enorme sorpresa, el lugar donde se supone que debería estar durmiendo Steve se encontraba frío y vacío.

Eso bastó para despertarlo por completo.

Se sentó rápidamente en su cama y miró a todas las direcciones, buscando rastros del paradero del rubio.

Decidió respirar y calmarse. Probablemente estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua, y Steve se encontraba en el baño o en la cocina.

Con eso en mente, se dirigió al primer mencionado, encontrando el lugar vacío y deshabitado, siguió al segundo y para su terror, este también se encontraba vacío.

Respiró hondo y se dirigió a la sala, encontrandola organizada y vacía, cuando en la noche anterior habían hecho un enorme desastre con sus ropas e impulsividad.

Observó la pila de su ropa colocada cuidadosamente sobre el sofá y suponiendo que Steve estaba afuera por provisiones o algo, se sentó en el sofá y decidió esperarlo.

Porque era mejor suponer que Steve estaba en una tienda cercana o en algún otro lugar, a que se había ido y lo había abandonado.

Él, generalmente hacia eso con sus anteriores parejas de cama; irse sin despedirse y sin explicación alguna, pero Steve no era él, por lo que Steve debía regresar a él, para que discutieran esto y llegarán a un acuerdo jugoso entre ambas partes, para que Steve estuviese al tanto de lo que causó y calmará este fuego y está necesidad tan intensa que Tony tenía de él, de sus besos, sus murmullos, su voz, su cuerpo, su toque, su alma, su todo.

Steve no pudo haberse marchado así como así, sin dar un porque o explicación.

Pero, a medida que el tiempo corría en el reloj, la pesada verdad caía sobre Tony; había recibido de su propia medicina.

Y no entendía porque le dolía tanto, porque su pecho latía dolorosamente cada vez que pensaba en esta verdad, porque sentía está ridícula sensación de abandono y está necesidad tan intensa de tenerlo, no entendía del porque de esto y sin embargo, lo estaba matando lentamente.

Necesitaba que Steve regresará a su lado...

Profesor StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora