•Llegaste Tú• || Joel Pimentel ||

•T|N•

―Cómo chingados pudistea hacernos eso!? Yo te ame y te di TODO! Te perdone, te ayude, te cuide, y te quise con todo el amor que tenía! ― Mi madre gritaba mientras se jalaba el cabello. Yo solo veía detrás de las escaleras, asustada de lo que pasaba.

―No entiendo! No entiendo porqué eres así! Ya me tienes arta con las mismas mentiras y estupideces! Siempre es lo mismo contigo! ¡Ya me cansé!― Ella seguía gritando y mi papá solo la ignoraba, alejándose de ella.

―¡Ya cállate! ― grito mi padre, mirando la a los ojos. Mi mamá se hizo la fuerte aunque seguía llorando.

―Te Odio Joel Barejas! TE ODIO!― Grito mi madre con todo lo que tenía.

De repente se escuchó un ruido recorrer por toda la casa, haciendo me brincar del susto.

Miré la escena y sentí como un coraje me llevaba. Me salí de mi escondite y fuertemente subí las escaleras. Mis padres no me hicieron caso.

Yo ya me harte de todas sus peleas y estupideces. Se la pasaban peleando. Ya me duele saber que no se aman. Que a MI no me aman.

Llegue asta mi cuarto y saqué mi maleta de Mickey Y Minnie Mouse. Escogí mí ropa. Desde shorts y playeras hasta vestidos y chalecos. Tomé 2 pares de zapatos y calsetines. Tomé mi chaqueta y rápidamente me dirigí hacia la puerta de mi hermano menor.

Cuando abrí la puerta el estaba durmiendo, aferrado a su cobija. Al parecer no se levantó por la pelea de mis padres.

Me acerque a el y lo moví lentamente. ―¡Manuel!― susurré, moviéndolo más.

Se despertó y me miró con los ojos entrecerrados. ―¿Que quieres, T/n? ― habló semi dormido.

T/n: Papá y Mamá volvieron a pelear y papá le pego a mamá. ― dije entre dientes, ya que el asunto todavía me causaba enojó.

Manuel se sentó bien en la cama. ―Y qué quieres que hagamos? ― preguntó curioso. Pero cuando vio mi maleta se tensó. ―No piensas escapar, ¿O si?—

Yo no dije nada, solo desvíe mi mirada hacia el suelo. ―Lo hago y te digo porque te quiero. ― susurré.

No era mentira. Yo amaba a Manuel con el alma y quería lo mejor para el. Y este infierno no lo iba a ayudar.

―Esta bien―

De repente solté la respiración que no sabía que guardaba. ―¿En serio?― pregunté, ya calmada.