Capítulo 11: Pecado.

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“El infierno se vuelve tu hogar, cuando la decepción mata el paraíso donde vivías”

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“El infierno se vuelve tu hogar, cuando la decepción mata el paraíso donde vivías”.

La madre superiora y las hermanas se presentaron en el patio con unas actitudes asombradas y furiosas. Estaba tremendamente prohibido acercarse al lago y, el hecho de ver a Viviane y Kaden encima del hielo, provocó que las monjas agarrasen una profunda bocanada de aire ante tal desobediencia. No podían creer lo que veían sus ojos. Sus trajes negros se habían manchado de pequeños copos al correr hasta la zona que se hallaban los jóvenes.

Prudence agarró de las orejas a Denis y Jesse para proceder a darles un brusco tirón, por insubordinados. Los muchachos soltaron un quejido a la vez que pedían perdón.

—¡Cómo os atrevéis a salir al exterior sin permiso! —dijo Prudence—. ¡Rebeldes!

—¡Lo sentimos madre!

Fueron más de diez tirones de lóbulo cuando la madre decidió soltarlos. Sus orejas quedaron enrojecidas, con un fuerte ardor.

—No crean que no avisaré a sus padres de vuestras actitudes.

Viviane y Kaden lograron salir del lago congelado con cuidado. Ambos se enfrentaron a la dura mirada de Prudence quien, acto seguido, les propinó una cachetada en sus mejillas. Fue más dura con ellos por el hecho de estar introducidos en el hielo. La primera se llevó su palma a la zona golpeada, anonadada, y el segundo solo giró su rostro enterrando la mirada en la distancia.

—¿Saben el peligro que hubiera supuesto que la capa de hielo se rompiese por el peso de ambos? ¡Bastante tenemos con los disgustos que llevamos! No pueden jugarse la vida de esa manera.

Menteuse —masculló Kaden.

—¿Qué dijiste?

—La capa de hielo es lo bastante gruesa como para que el peso de dos personas hubiera provocado una rotura. Se necesita más de cinco persona para que el hielo se resquebraje —alegó Kaden, observando con firmaza el rostro de Prudence.

—¿Cómo se atreve...?

—No, la pregunta correcta sería: ¿por qué mintieron con la muerte de Eloy Sadler? Su Dios debe estar muy decepcionado de ustedes.

Otra cachetada golpeó la mejilla del varón haciendo que el sonriese con sátira.

—¡Blasfemia! —exclamó.

—¿Blasfemia? No dije nada contra él, sino contra ustedes.

—El año pasado el hielo era más fino, Bloodworth. Depende del clima de cada invierno, el lago se vuelve más o menos grueso. No tiene ningún derecho en acusarnos cuando usted ni siquiera estuvo en Annavenim —comentó la hermana Amelia, la monja que revisaba las habitaciones.

—Le podría comprar ese argumento, si me lo creyera, hermana —dijo él, con altanería.

—¡Usted se está pasando de la raya!

Un peligro para sí mismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora