Lo que el hielo ocultó: descubre.

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Esa noche, la tercera semana de enero, cuando volvía a casa, tuve que utilizar la llave que se escondía en uno de los tarros de las plantas secas de afuera porque nadie me abrió después de estar más de diez minutos tocando. Y sabía que mamá estaba allí porque su auto lo estaba.

Las luces de la cocina estaban encendidas pero las de la sala no. Las encendí y miré al sofá. Allí estaba mi mamá sentada junto a un hombre blanco de cabello negro. Él llevaba un traje gris a combinación de sus ojos y una corbata morada, le llevaba un par de años a mi mamá, se notaba.

Me limpié la garganta, estaba seca. Me sentí un poco incómoda.

Ambos se levantaron al notarme, cuando lo hicieron la diferencia de altura llamó mi atención, era de la misma altura que Roger Bernard, rondando el metro noventa y algo más, con una estructura delgada pero firme, en buena forma a pesar de los años representados en las canas escondidas en su cabello.

Yo iba a hablar, pero las palabras no salían. Negué un poco confundida, abriendo los ojos, y me devolví a la habitación.

—Lauren.

—Madre. —le saludé de espaldas y a continuación cerré la puerta de mi habitación. Tenía un radio muy viejo que funcionaba con pilas y un video casete de música clásica el cual puse al más alto volumen posible hasta que dieron la una de la madrugada. No sé a qué hora se marchó el novio de mi mamá.

El día en que íbamos al Castillo Del Rey Loco no estaba tan entusiasmada como cuando me habían dado la noticia, la razón no era por nada malo en específico, más bien por lo que ellos trataban de hacer.

Rosemary estaba con su novio Vladi, y Warren estaba con Tania, Albert estaba con una chica que no recordaba su nombre o siquiera haberlo sabido en un principio, y entonces Vid, estaba detrás de mí. Quiero decir, cuando nos subimos en el tren, Rosemary estaba en el asiento que daba el frente de nosotros dos, y Warren y Albert estaban en los asientos de adelante.

Me sentía incomoda porque, yo podía haber salido en una cita con Vid, pero no sin saberlo desde un principio.

Él estaba sentado junto a la ventana, mirando perdidamente por ella y lucía un poco nervioso. Rosemary estaba mirando la rodilla de su novio mientras este le contaba algo en el oído. Lucia concentrada. El tren empezó su camino y me quedé quieta

Miré hacia el techo del tren el primer minuto, y después tiré mi regazo encima de las piernas de Vid y me fijé en el paisaje cubierto de nieve. Podía sentir el pecho de Vid contraerse y expandirse de una forma nerviosa.

Vid era lindo, igual a su hermana, no entendía como seguía soltero y no creía que yo le gustara más allá de solo querer tener sexo conmigo por el video. Cualquiera sea la razón, él no era para mí, porque yo estaba muy convencida de que el indicado era Roger.

«Lago Cisne» se leía en un pequeño letrero. El tren siguió su recorrido y subió por una pendiente, entonces, entre los arboles llenos de nieve podía ver un hueco en el centro.

—Lago Cisne —repetí.

Vid tocó mi espalda y me arreglé, lo miré.

—¿Lago Cisne, dijiste?

—Sí. Acabamos de pasar cerca ¿Es privado ahí?

—No, no es de nadie. Solía ser lindo, según mis padres.

Asentí. Vid pasó su mano por mi hombro y Rosemary le levantó el pulgar, ella pensó que yo no vi, pero si la había visto. Estaba tan enojada con ella por engañarme así.

Sin embargo, cuando el tren nos dejó que nos subimos a un bus que nos dejó frente al sitio donde se compraban las entradas, yo parecía haber olvidado mi molestia, porque andábamos en grupo. El autobús para subir al castillo no se podía usar, así que subimos a pie. La mitad de la excursión todo el mundo desapareció, lo bueno era que Vid sabía que yo estaba molesta, y estaba tratando de ser educado, lo que me pareció dulce de su parte.

Lo que el hielo ocultóWhere stories live. Discover now