3. Myrtle la llorona

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Nadie me comprende, nací diferente, pero tengo una misión: Escapar de esa gente que no entiende cómo soy.

(Nadie me comprende; Shé)

(Nadie me comprende; Shé)

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La semana avanzó lenta. Demasiado para mi gusto. Seguía sin adaptarme al nuevo colegio y desde que Victoria se percató que estaba mirando a Matías había decidido hacerme su blanco de burlas y cuchicheos, generándome un malestar mayor. Lo único que me impulsaba a levantarme de la cama era mirar en secreto a Matías jugando al fútbol en el recreo y poder ver esa sonrisa que hacía que mis piernas temblaran como si fueran gelatina.

Ya era lunes y Berto, nuestro tutor y profesor de lengua, se encontraba hablándonos de cómo analizar una frase sencilla sintácticamente. Victoria aprovechaba los momentos libres para hablar con una de sus amigas sobre su reciente novio, al parecer se había liado con Matías en la fiesta que hicieron el primer día de curso. Y eso dolía. Dolía mucho, aunque no entendía el porqué.

Pero no era ese el motivo por el que me estaba sintiendo fatal. La ansiedad se apoderaba cada día de mi cuerpo y me amenazaba con volver a hacer un espectáculo. Llevé mis manos hasta la zona de mi vientre para apretarlo, intentando frenar las arcadas que ascendían hasta mi garganta. «Por favor, no vomites» rogué, mirando con pánico a los compañeros que estaban a mi alrededor, deteniéndome en el profesor.

—Clara, ¿estás bien? —Preguntó, frenando la explicación—, tienes mala cara.

—¿Puedo ir al baño? —pedí, intentando ignorar los murmullos que se habían formado por parte de mis compañeros.

—Ve —respondió, girándose hacia la pizarra para continuar analizando una frase.

No tuvo que decírmelo dos veces. Me apresuré en levantarme de la silla y avancé hasta la puerta para refugiarme en el baño. Me detuve para asegurarme que iba a la zona correcta y me escondí en uno de los habitáculos, dejándome caer en el frío suelo baldosado.

Suspiré, me iba a perderme parte de la clase, pero tampoco quería regresar pronto sintiéndome así de mal. Era consciente que estarían diciendo cualquier cosa de mí, tratándome de fantasma o algún mote peor que encontrasen. Yo solo quería ser aceptada y encontrar a alguien que me hiciera sentir arropada, pero parecía imposible.

Apoyé las manos en el suelo y me aproximé hasta el váter, cerrando los ojos e intentando no oler el baño. Donde ya me sentía indispuesta, el olor del lugar me revolvía aún más. Debía de estar tan blanca como un cadáver.

Devolví los dos trozos de tostada que había sido capaz de comer unas horas antes y me limpié los labios con el dorso de la mano. Me arrastré apoyando la espalda contra la pared y dejé caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos para intentar serenarme.

La sensación que sentía en ese momento era horrible. Solo quería volver a casa y refugiarme en la cama, pero mi madre trabajaba y no había nadie más, así que tendría que aguantarme el malestar e intentar seguir adelante.

Si te fijaras en mí (EN FÍSICO)Where stories live. Discover now