04. El ángel de los ojos azules

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     El día seguía oscuro y bastante húmedo para el gusto de muchos.

     Durante la primavera solían haber unos que otros días levemente lluviosos, pero los meteorólogos habían advertido al menos toda una semana de precipitaciones en varias zonas del país. Luego de salir de un largo invierno, la población solo añoraba un poco de cálido sol para calentar sus cuerpos, no a todos solía gustarles el frío, como a Adam, que pasaba gran parte de la mañana quejándose gracias a la lluvia y la baja temperatura que afuera había. Ese martes, el castaño había planeado una cita en el almuerzo en la zona de la fuente con Hannah Craik, una de las chicas del equipo de ciencias, pero ahora, por culpa del clima sus planes se habían arruinado.

     Al contrario, su hermano se encontraba sentado en la cafetería, taciturno.

     La clase de educación social había terminado aproximadamente unos treinta minutos atrás, siendo Duncan el último en salir. El profesor Lowell no le dijo nada con respecto a la discusión en la cual se había visto sorprendentemente envuelto, de hecho, nadie lo hizo, ni siquiera Lindsey McGregorg quiso acercársele luego del pequeño altercado que ambos habían tenido dentro de aquél aula de paredes azules.

     El pelinegro ahora permanecía sentado en una de las mesas traseras de la luminosa y amplia cafetería de la escuela, la cual aún no estaba tan llena en ese momento, muchas personas seguían en la segunda clase del día, la hora de receso se marcaría dentro de poco.

     Duncan se mantenía sentado con tranquilidad mientras el potente sonido de las cuerdas de la guitarra eléctrica y el bajo emitían ritmos desde sus audífonos, a la par del repiqueteo de la batería, la cual se complementaba con una voz masculina lo bastante áspera para escucharse de un modo tenebroso, Beautiful People de Marilyn Manson era lo que escuchaba.

     A sus padres jamás le habían gustado que escuchase cualquier tipo de música que fuese o se pareciese al rock, aborrecían el género y era algo que debía respetarse en su hogar. El pastor Dankworth solía reprimir a todos aquellos que llegaban a su iglesia y escuchasen «tal música satánica» como él solía llamar, para su mala suerte, a uno de sus hijos adoptivos solía gustarle lo suficiente como para haber gastado parte de su mesada del mes de marzo del año pasado en colecciones de discos de Marilyn Manson y Iron Maiden, cosa que lo había escandalizado por completo. Por lo general Ibrahim no solía reprocharle casi nada a Adam, pero a Duncan... El muchacho no sabía si era porque realmente irrespetaba las reglas de su padre, o por el hecho de que a él en realidad nunca le agradaba nada de lo que el joven hacía.

     Mientras seguía escuchando música en la cafetería, recordó cómo Ibrahim había entrado a su habitación con una bolsa de plástico negra, arrojando dentro de estas los siete CDs originales que Duncan había comprado esa vez gracias al dinero que había recaudado por un pequeño trabajo en una heladería local. Sin siquiera reconsiderarlo y brindarle explicaciones válidas, tan solo se limitaba a sermonear y balbucear. «Dios no tolera esta música, Orson, y si no la dejas jamás serás salvo».

     Bufó, posteriormente le pegó un mordisco a la roja y brillante manzana que tenía en la mano izquierda.

     Por suerte, para él, Ibrahim Dankworth no tenía muchos conocimientos con el manejo de los artefactos tecnológicos. Duncan había tomado la computadora de su casa meses atrás para descargar un montón de su música favorita de forma ilegal, ya que no podía pagar por ella, no podía utilizar las tarjetas de crédito de sus padres, y si lo hacía ambos se darían cuenta de inmediato.

     Muchas veces se sentía apresado y domado.

     Levantó un poco la mirada, a la par que mordía por segunda vez la jugosa manzana. Había llegado un poco más de gente, pero no la suficiente para llenar todas las mesas. Algunas miradas recelosas se dirigían hacia él, otros preferían ignorarlos. Por suerte para Duncan, desde que había tenido la pelea contra Joshua Grint en las canchas de tenis, él no había regresado, ni un solo día, era justamente como si la tierra se lo hubiese tragado. Aunque Dankworth no le hizo mucha mente al asunto asumió que Grint se había auto-otorgado unas vacaciones de descanso. Con el poder que tenía su padre él podía hacer lo que se le viniese en gana, incluso golpear a las personas sin ser amonestado por ello.

DUNCAN © #2 [✓]Where stories live. Discover now