01. El marginado

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Londres, Inglaterra, Reino Unido.

8 de febrero, 2016.

Presente.

     El líquido escarlata que descendida de sus fosas nasales era la prueba infalible de que la golpiza que Grint le había propiciado aquella cálida mañana de febrero, hasta ahora había sido la más brusca del nuevo curso escolar el cual había empezado en septiembre.

     De diferentes maneras Duncan había logrado escabullirse de los constantes abusos y burlas que Joshua Grint hacía hacia su persona, retirándose más temprano de lo debido de la escuela, o escondiéndose entre el resto de los estudiantes. Aunque luego de tantos años, Grint ya conocía a la perfección el porte, el estilo y la forma de caminar de Duncan. «Por mucho que intentes esconderte, siempre voy a encontrarte, Dankworth», le había dicho meses atrás, cuando, junto a su pandilla, Joshua lo golpeó un par de veces en el estacionamiento, luego de que Duncan intentase huir para no realizar su primera práctica de soccer ese año.

     Con la oscura manga del suéter azul marino del uniforme se limpió la nariz; sabía de ante mano que la sangre manchaba la ropa, Imogen se lo había dicho hace seis años atrás, cuando tuvo su primera pelea en la escuela primaria, pero ella no se daría cuenta de esa, ya que el suéter era tan oscuro que el líquido pasaba desapercibido.

     Suspiró mientras se removía el oscuro cabello.

     La pelea había estado tan intensa que nadie se esperó para contactar a la madre de Duncan y contarle todo lo que, según ellos, su hijo había causado.

     Sabía que Imogen le esperaba dentro de la oficina de la directora Lansbury, así que para no seguir con el retraso, tomó una pequeña servilleta que blanca que mantenía guardada en su bolsillo delantero, pegándola a su nariz, y saliendo del baño para darle la cara a la institución, y a su madre.

• • •

     —Entendemos que esto para usted se ha convertido en toda una molesta rutina, señora Dankworth, pero debe comprender que el comportamiento de Duncan se ha tornado cada vez más y más problemático.

     La señora Dankworth asentía mientras observaba hablar a la directora Margot Lansbury, dentro de su elegante oficina. Su distinguido porte era rígido, un tanto lejano a ella, siempre esquiva de tener algún contacto físico, cosa que no hacía con otros de sus representantes, y su definida ceja izquierda elevada inconscientemente, a leguas se podía notar que su sesión de bótox para estirar la arrugada piel de su rostro había sido reciente, ni siquiera su flequillo podía ocultar aquella aberración, y eso siempre le había parecido gracioso a Duncan, quien se limitaba a permanecer callado a un lado de su madre, mientras sostenía una servilleta sobre su nariz, para detener un poco la hemorragia causada por los golpes recibidos aquella mañana de primavera en el pasillo de la torre A, del instituto.

     —Puedo entender lo que me quiere decir, señora Lansbury, pero no es la primera, ni tampoco la última vez que pasa, ya que para nadie es un secreto que el joven Grint suele hacer mofas y propinarle maltratos a Duncan desde que comenzó su educación acá. He intentado hablar muchas veces con sus padres, pero se me es negado el contacto por diferentes motivos de los cuales nunca obtengo respuesta alguna.

     —Pues, creo que hay un mal entendido, señora Dankworth, ya que el joven Grint es uno de nuestros mejores alumnos, con uno de los promedios más excepcionales, al igual que Adam, cabe resaltar; así que me veo en la obligación de negar dicha acusación, siempre y cuando no se encuentren las pruebas necesarias no se puede culpar a alguien a la ligera —expresó Lansbury, intentando mantener la compostura, pero sus finos labios arrugados demostraban exasperación debido al asunto.

DUNCAN © #2 [✓]Where stories live. Discover now