Prólogo

754 55 29
                                    

Strantford Way, Watford, Inglaterra.

31 de octubre, 2007.

     A diferencia del resto de los demás días, ese miércoles por la mañana el otoño se encontraba en su cúspide más alta.

     Afuera, en el Cassioburd Park y sus alrededores, se podía presenciar un verdadero espectáculo de colores esparcidos a lo largo de la tierra y el pavimento, gracias a las diferentes hojas amarillentas, naranjas, rojizas y marrones que habían descendido, dejando al desnudo a la mayoría de los árboles, para cubrir el césped en una gran sábana de fronda, mientras que la temperatura oscilaba a los 11°.

     Adentro, en el orfanato St. Joseph, había una verdadera algarabía, producto a que ese miércoles se celebraba la noche de brujas. Gran parte de los niños corrían de un lado al otro comiendo golosinas y jugando con las encargadas mientras utilizaban los disfraces que habían sido donados meses atrás. El Halloween era una de las festividades favoritas allí dentro, porque era el único día en que la señorita Bramson los dejaba comer todo el dulce que quisieran.

     En definitiva todos los niños estaban teniendo un magnífico momento. Bueno, todos los niños a excepción de un pequeño de tez pálida y cabello color negro, que solo se redimía a observar a través de la ventana, mientras permanecía sentado en el marco de esta, con un punzante dolor en el pecho que iba aumentando cada segundo, el cual amenazaba con provocar que las lágrimas resbalasen por sus pecosas mejillas.

     Aún quedaban un par de hematomas en sus menudos brazos, y una pequeña cicatriz que se desplegaba diagonalmente en la parte final de su ceja izquierda, postrándose como una marca imborrable de su recuerdo más terrible.

• • •

     Ibrahim e Imogen Dankworth recién bajaban de su Fiat Punto Hatchback plateado, el cual habían aparcado en la acera frente a la entrada del orfanato.

     Por un momento el pastor se había sermoneado a sí mismo por el hecho de haber salido de su casa nada más y nada menos que en la mañana de Halloween, en donde al parecer todo el mundo olvidaba sus principales valores religiosos. El pastor Ibrahim aborrecía dicha «festividad»,  pero había tenido que presentarse en el orfanato junto con su esposa ese día, ya que los papeleos para adoptar al pequeño Adam estaban listos, y debían ir en busca de su nuevo hijo.

     Miró con un tanto de recelo la decoración que habían colocado en el jardín de la entrada. Decenas de calabazas talladas con diferentes rostros sonrientes se encontraban esparcidas en el pórtico, mientras que los niños iban de un lado a otro con sus disfraces. Se sintió completamente consternado cuando vio a un niño vestido como el mismísimo Diablo, corriendo en la persecución de un hada y un vaquero.

     En ese momento no pudo hacer más que aclarar su garganta y ajustarse los lentes cuadrados de pasta fina.

     Si fuese él el encarado de aquella casa de niños huérfanos, seguramente todos ellos estarían en ese momento tomando la clase de religión matutina, pensó a la par que se reafirmaba la corbata oliva.

     Tanto Ibrahim como su esposa venían de Ghana, ambos habían llegado a Inglaterra en lapsos diferentes de tiempo, pero el amor de Jesús, como decía él, los había unido años atrás, cuando se disponían a servir en una obra benéfica en su país de origen.

     Desde siempre se había encargado de proclamar el evangelio donde fuese, para reforzar los valores y sus creencias de la sociedad, pero ahora era momento de hacerlo llegar al resto, y del mejor modo que se habría imaginado: formando una familia.

DUNCAN © #2 [✓]Where stories live. Discover now