Capítulo 10. La Invitación.

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Otabek encontró a Yura curando sus manos en la cocina.

— Buenos días Plisetsky, ¿ qué te ha pasado?

Yura giró su rostro y vio al policía junto a la puerta.

— Un ligero problemilla con las rosas— dijo Yura con el ceño fruncido.

Otabek se acercó al rubio y le tomó una mano para ver las heridas.

— ¿Te peleaste con un rosal? — preguntó con cara seria el moreno.

Yura frunció el ceño más aún y trato de soltar su mano de las del policía, pero este no se lo permitió y comenzó a curar los rasguños y los cortes mientras sonreía. El ruso se sonrojó de tener al policía tan cerca. Ese hombre le ponía muy nervioso.

— Tenemos que hablar sobre Jj Yurachka — dijo Otabek. Yura se sobresaltó aunque el policía había hablado suavemente.

— ¿Sobre qué? ya te dije todo lo que sé.

Otabek le miró muy serio y un poco irritado.

— ¿Todo? — y sujetó su otra mano fuertemente — puedo asegurar que sólo me has dicho la mitad de la historia. Mañana volveremos Viktor y yo, que quede claro que voy a llegar al fondo de todo. Así que espero esteis mañana aquí tú y tu primo, ¿entendido?

Yura asintió aún sonrojado y vio como Otabek salía de allí a toda prisa.

Viktor encontró a Yuuri en su comercio. Cuando entró al local el olor de las hierbas y las velas aromáticas le inundó las fosas nasales.
Yuuri vio estupefacto como su ídolo desde la infancia entraba por la puerta de su local.
Viktor se acercó al mostrador.

— Buenos días Yuuri Katsuki— dijo con una preciosa sonrisa el patinador.

— Bu...buenos días — contestó muy nervioso Yuuri.

— Yuuri, ¿cierto? — preguntó mirando a los preciosos ojos al japonés — ¿ Así que...un brujo, eh?

Yuuri casi se atraganta con su propia saliva.

— Oh...asi que me has descubierto... — contestó algo divertido el azabache. Sabía que los habitantes de Hasetsu ya le habían ido con el cuento de la maldición a Viktor y a Otabek.

— Vaya... ¿No lo vas a negar? — preguntó asombrado Viktor — ¿que clase de hechizos haces entonces?

Yuuri soltó una pequeña carcajada que al platinado le resultó encantadora.

— Bueno...hago champú... lociones...cremas...— Yuuri señalaba los botes perfectamente alineados en las estanterías — a mi madre y mi tía les gusta inmiscuirse en los amores ajenos...

— ¿Y la maldición? — preguntó Viktor acercándose un poco más a Yuuri que se puso nervioso con la cercanía del patinador. Cuando se sonrojaba se veía más hermoso y a Viktor le gustaba saber que él era el que provocaba aquello.

— Ya...la maldición...ya te habrán dicho ¿no? — dijo un poco triste Yuuri— provocamos la muerte.

Viktor vio como se le entristecía el gesto al azabache y acarició su mejilla sonrojada con la mano para consolarle. Yuuri al notar aquel contacto soltó un jadeo por la sorpresa. Y un cosquilleo en el vientre le hizo estremecer. Por su parte Viktor no quería romper ese contacto. De hecho quería abrazarle, besarle y no soltarle jamás. ¿ Por qué? Pensó el ruso, si lo conocía de hace sólo unos días...¿por que sentía que debía estar con él?
Yuuri le miró a esos ojos azules como el cielo y por un momento se perdió en ellos.

— ¿Que...quería algo más? — preguntó Yuuri rompiendo el contacto visual.

— Me llevaré este champú — dijo con una sonrisa.

Casi magiaWhere stories live. Discover now