Y, para mi sorpresa, lo hicieron. Pero no porque los hubiera intimidado. Fue porque todo el mundo tenía hambre.

Después, nos pusimos una película en la televisión mientras Mike y Sue la criticaban, Will y Naya se besuqueaban y Jack y yo estábamos solos en el otro sofá. 

Él era la única persona que conocía que, cuando te decía que quería ver una película con su novia, lo decía de verdad. Si intentaba distraerlo besándolo, llegaba incluso a irritarse y era bastante gracioso. Estaba muy atento a ella. Contuve una sonrisa mientras veía que fruncía el ceño a una escena.

—¿Qué? —preguntó, pillándome de pronto.

—No quería distraerte —bromeé.

—Ya estoy distraído —enarcó una ceja.

—Es que... —bajé la voz—. Tengo un regalo de Navidad para ti.

Él lo consideró un momento antes de entrecerrar los ojos, curioso.

—¿Un regalo? —preguntó, intrigado—. ¿Por qué no me lo diste en casa de tus padres?

Noté que se me encendían las mejillas.

—Bueno... no es un regalo muy... mhm... convencional.

Se le iluminó la mirada al instante en que esbozó una sonrisa perversa.

—Quiero verlo.

—¿No quieres esperar a que la pel...?

—Vamos —me urgió, poniéndose de pie y arrastrándome hacia la habitación.

Se sentó en la cama con la ilusión de un niño pequeño.

—Yo también tengo algo para ti —me dijo.

—¿En serio?

—Era un regalo de cumpleaños, pero puedo adelantarlo.

—Mi cumpleaños es dentro de un mes —levanté las cejas.

—Me gusta ser previsor. ¿Quieres abrirlo tú primero?

—¡Sí! —estaba un poco más entusiasmada de lo que debería.

Se puso de pie y rebuscó en su cómoda hasta encontrar su objetivo. Lo lanzó al aire y conseguí agarrarlo de milagro. Le puse mala cara.

—¡Podría haberse roto!

—Confiaba en ti —bromeó, sentándose de nuevo.

Empecé a romper el papel rojo con cuidado. Era una caja pequeña. Él me observaba con atención.

—No sé si te gustará mucho —añadió.

—¿Por qué no? —me detuve a punto de abrirla.

—No lo sé. Ya te dije que soy un poco nuevo en esto de hacer regalos.

Eso hizo que mis ganas de abrirlo se incrementaran. Terminé de romper el papel y lo lancé al suelo. La caja era azul y de terciopelo. Levanté una ceja, intrigada.

—¿Y si...? —empecé.

—Ábrela de una vez —protestó, irritado.

Sonreí, divertida, y abrí la cajita.

Mi sonrisa pasó a perplejidad cuando vi que, en su interior, había una llave plateada y pequeña. Él se mordió el labio inferior, nervioso.

—¿Qué...? —empecé, levantando la llave.

—Es la llave de aquí —aclaró—. Del apartamento.

Seguía sin entenderlo. Yo ya tenía llave de ahí.

Antes de diciembre / Después de diciembreWhere stories live. Discover now