¿Estaba haciendo lo correcto?

Todavía no era tarde para rectificar.

Pero... no. No había nada que rectificar.

Clavé la mirada en mis manos. Era lo correcto. Lo era. Quería quedarme con él. Quería estar con él.

Estuve en silencio en el avión y casi todo el camino restante. Fingí estar dormida para que no me hablara. Había dormido poco y me dolía la cabeza. Incluso me había puesto sus gafas de sol, cosa que no hacía nunca.

Él aparcó el coche en el garaje y nos bajamos en silencio. Jack recogió nuestras dos mochilas y las subió al ascensor. Nada más abrir, el olor a quemado me inundó las fosas nasales. Naya estaba chillando algo. Entramos corriendo al salón, alarmados. Ella estaba abriendo el horno en la cocina.

—¡Mierda! —soltó.

Una nube negra salió enseguida del horno y de una bandeja que sujetaba con un pollo del mismo color. Naya puso una mueca. Will, Mike y Sue se reían de ella disimuladamente desde la barra.

—¿Veis por qué no quería ponerme a coci...? —se detuvo al vernos—. Ah, hola, chicos.

—¿Estás intentando que el apartamento arda? —preguntó Jack.

—Ugh, cállate. Diez dólares a la basura.

—¿Qué intentabas hacer? —pregunté, divertida, olvidándome por completo de lo que había tenido en la cabeza durante todo el camino.

—¡Pollo al horno! Quería que tuviéramos una cena decente.

Suspiré y la miré.

—Si no te has aburrido de cocinar, podemos ir a por otro y te ayudo.

—¡Síííí! —exclamó, entusiasmada.

Así que ella, Will y yo nos pasamos la tarde cocinando como idiotas e intentando no hacer un desastre. Al final, nos salió un plato sorprendentemente bueno. Sue olisqueó el aire cuando lo dejamos en la mesa de café. Todos nos sentamos a su alrededor y Naya le frunció el ceño a Mike cuando preguntó por qué no habíamos puesto la televisión.

—¡Es Navidad! —protestó Naya—. En Navidad, se habla. No se mira la estúpida televisión.

—Navidad ya ha pasado —le recordé—. Estamos en enero.

—No pudimos pasar las navidades juntos —dijo ella con un mohín—, ¿no podemos fingir un poco y celebrarlas juntitos y felices?

Clavó los ojos en Will, que suspiró.

—Me parece una idea genial —dijo él.

—¿Jenna? —preguntó, mirándome fijamente.

—Eh... sí, claro.

—¿Y tenéis regalos? —preguntó Mike, ilusionado.

—Eh... no —murmuró Naya.

—Qué mierda de segunda Navidad.

—¡Cállate! —protestó ella.

—¿Ahora no puedo dar mi opinión?

—No, parásito —le dijo Sue.

—¿Por qué sigues llamándome parásito? —protestó Mike—. Sin mí, os aburriríais.

—O disfrutaríamos de la vida —le dijo Jack.

—Cuñada, necesito refuerzos —protestó Mike.

—Chicos, parad —dije casi automáticamente.

Antes de diciembre / Después de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora