—Creo que tenía razón —añadió él.

Jack frunció el ceño, confuso.

—Ah, ¿sí?

—Sí, hijo —replicó él—. Es ridículo que sigamos peleados por algo que pasó hace más de cinco años.

Mi vena curiosa estaba a punto de explotar. Algún día me enteraría de lo que había pasado.

—Sé que lo que hice no estuvo bien —añadió el señor Ross—. De hecho... entiendo que hayas estado enfadado conmigo por tanto tiempo, Jack. Lo entiendo. Y lo siento. 

Jack había entreabierto la boca, estupefacto. Mary también parecía sorprendida. Incluso Mike había dejado de devorar pan para mirarlo.

—¿Lo... sientes? —preguntó Jack, perplejo.

—Sí. No creo que esta relación sea sana para ninguno de los dos. Ni tampoco para tu madre, tu hermano, o incluso tu novia. ¿No quieres que podamos presentarnos en su casa como una familia normal? A mí me gustaría. Y seguro que a tus suegros también. Lo mejor para todos es que nos olvidemos de ello. O hagamos lo posible por hacerlo... y pasemos página.

Hizo una pausa, mirándolo.

—¿Qué me dices, Jack? ¿Puedes perdonarme?

Jack estaba tan estupefacto que estuvo unos segundos en pleno silencio. Estiré una mano por debajo de la mesa disimuladamente y toqué su rodilla. Él parpadeó, volviendo a la realidad. Me miró a mí, a su padre, a mí... y a su padre.

Cortocircuito.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó.

El señor Ross esbozó una pequeña sonrisa.

—Un poco liberado, la verdad —ladeó la cabeza—. Venga, hijo, pasemos página. Los dos juntos.

Jack volvió a quedarse en silencio, pero esta vez no era por estupefacción. Era porque estaba pensando a toda velocidad. Se aclaró la garganta y, para sorpresa de Mary, empezó a asentir.

—Puedo intentarlo —murmuró.

—Bien —su padre pareció respirar de nuevo—. Me alegra oír eso, Jack.

Mary tenía lágrimas en los ojos. Cuando se ponía dramática me recordaba a mi madre. Las espantó enseguida y se esforzó para fingir que no pasaba nada.

 —¿Alguien quiere postre, queridos?

No estuvimos ahí mucho tiempo, pero estaba claro que la tensión de la habitación había disminuido. Incluso Jack participó en alguna conversación. Intercambié una mirada con su padre, que me dedicó una sonrisa. Me alegraba por ellos. Aunque no supiera lo que había pasado, seguro que podían superarlo. No podía ser para tanto.

Llegó la hora de irnos y Mary nos acompañó al garaje. Abrazó a sus dos hijos primero, pero me dio la sensación que a mí me abrazaba con más fuerza.

—Gracias, cielo —susurró.

Se separó de mí un poco conmocionada. No supe qué decir. Jack tiró de mi brazo hacia el coche de nuevo. En cuanto estuvimos dentro, vi que soltaba todo el aire de sus pulmones, como si no hubiera podido respirar en toda la noche.

Y cuál fue mi sorpresa cuando, al abrir la puerta de casa, me encontré con que no estaban solo Naya, Will y Sue. Lana y Chris estaban sentados en los sofás con cervezas en las manos. Estaban todos medio borrachos.

Bueno, no Sue, que parecía un poco amargada con que perturbaran su perfecta tranquilidad.

—¡Jennaaaaa! —Naya se puso de pie de un salto y pasó, literalmente, por encima del sofá para venir a abrazarme—. ¡Por fin refuerzo femenino!

Antes de diciembre / Después de diciembreDove le storie prendono vita. Scoprilo ora