Sonreí a Will por encima de su hombro. Él me revolvió el pelo.

Naya tenía la boca abierta de par en par.

Will me sonrió y asentimos a la vez con la cabeza. A veces, me recordaba tanto a Spencer... bueno, a una versión mejorada de él que no me tiraba cereales al pelo cuando se enfadaba conmigo.

—¿Qué tal estaban tus padres? —me preguntó él, mientras Jack se separaba de mí para dejarme hablar con ellos.

Seguía sin atreverme a mirar su reacción, por cierto.

—Muy bien —sonreí—. Me han tratado mejor estos tres días que durante toda mi vida.

—Es lo que tiene que te echen de menos —dijo Sue.

—Gracias por venir, Sue —le sonreí.

Ella me miró, incómoda, y frunció el ceño. No estaba muy acostumbrada a que la gente le agradeciera cosas.

—Bueno —Jack se frotó las manos—. ¿Vamos a casa?

—Por favor —murmuré—. Las lentillas me están matando.

Habían venido en el coche de Jack. Miré sus pegatinas con una sonrisa y subí a la parte de delante, quitándome el abrigo. Él parecía feliz mientras encendía el motor. Me miró, sonrió y aceleró.

—¿Y qué habéis hecho estos días? —pregunté, mirando a los demás.

—Fuimos a una exposición de la madre de Ross —me dijo Will.

—Sí, y lo primero que hizo al ver a Ross fue preguntarle dónde estabas —dijo Naya, divertida.

—Antes solo preguntaba por mí. Me siento sustituido —protestó Jack.

—Si te consuela, mi familia me preguntó más por ti que por mí —mascullé de mala gana.

A él se le iluminó la cara con una sonrisa petulante enseguida.

—Ah, ¿sí?

—Me hubiera gustado ir —desvié el tema de nuevo. Me daba vergüenza admitir que había estado hablando de él con mi familia.

—Ya podrás ir a las otras cincuenta que organiza siempre —me aseguró Jack.

—¿Y qué has hecho tú por tu hogar? —Naya me sonrió—. ¿Algo interesante?

—Pasé la mayor parte del tiempo con mis padres y mis hermanos.

Seguía sin hablar de Monty. No quería hacerlo. Ellos no parecieron darse cuenta de la omisión. Al menos, todos menos Jack, que me miró de reojo.

No sé si me encanta o no que nos conozca tanto, Jenny.

Ya en el bloque, nos cruzamos con Agnes, que me saludó y me preguntó cómo me había ido, si mis padres estaban bien... lo típico. Siempre siendo muy simpática conmigo. Se despidió de nosotros y nos avisó de que Mike estaba en casa.

Efectivamente, estaba sentado en el sofá bostezando. Cuando nos oyó llegar, se puso de pie y vino a abrazarme, para mi asombro. Estaba tan sorprendida que no correspondí. Jack lo miraba con los labios apretados.

—Por fin —suspiró, separándose—. La apaciguadora.

—¿Eh? —pregunté.

—Me he dado cuenta de que el humor de tu novio varía en función de si estás o no —sonrió ampliamente—. Al menos, ahora no estará de mal humor.

Me puse roja sin saber muy bien por qué. Jack suspiró y lo empujó ligeramente hacia el sofá, diciéndole que se dejara de tonterías.

Yo, por mi parte, me metí en su habitación y me cambié de ropa hacia el pijama y las gafas. Qué descanso...

Antes de diciembre / Después de diciembreOnde as histórias ganham vida. Descobre agora