Capítulo 28

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Arrastro el cuerpo de Bel fuera de la pelea, sé que está muerto y no hay más remedio, sé que no hay forma de salvarle, la espada de Remiel se enterró justo en el corazón de Belcebú, y no hay más, a duras penas duró vivo unos segundos.

Pero esto está mal.

Las cosas no debían de ser así, yo aún tenía cosas por charlar con él.

Sabía que habría caídos, lo supe desde un inicio, esa es la razón por la que intenté detener a Uriel ayer, pero no lo logré. Y ahora Belcebú pasa a formar parte de esos caídos.

Pero voy a seguir insistiendo en que esto es lo más injusto, Uriel debe parar con esto ahora. Y si no se detiene él yo lo detendré.

—Hiciste lo que pudiste — le susurro aún abrazando su cuerpo —. Gracias, gracias por salvar a Luzbel, gracias por salvarnos a todos.

Le doy un largo beso en la frente y lo recuesto con cuidado sobre el pasto, limpio las lágrimas de mis mejillas y regreso al caos.

Luzbel se ha perdido de mi vista, quisiera buscarlo, pero sé que está en perfectas condiciones. Mientras camino veo a muchas caras conocidas aún con vida, y otras tantas de los contrarios muriendo.

Todo está más despejado, logro avanzar sin tanta dificultad, y nadie se atreve a plantárseme enfrente, no sé que tan letal me miro, pero estoy segura que no es nada comparado a como me siento.

Rafael está a poco de mí, salvándole la vida a Kate que peleaba con dos ángeles al mismo tiempo, un par de demonios les ayudan, aunque para el gran arcángel no es nada difícil acabar con su presa.

Liam y Joel están juntos, acabando con cuanto se le pone enfrente, están heridos, pero aún pueden seguir adelante, y ya que los conozco sé que seguirán de pie hasta que esto esté acabado.

Sigo avanzando, voy empujando a quien se me ponga enfrente y de repente me da por acuchillar a algunos. Uriel está cerca, puedo ver sus malditas alas obscuras mientras admira todo con tranquilidad. Me dispongo a correr lo que falta por llegar a él, sin embargo una muerte más se atraviesa en mi camino.

Mi corazón se vuelve a partir, toda mi atención se centra en ellos, y las cosas comienzan a ir más lento.

Henry sostiene el cuerpo desfallecido de Brian en sus brazos, sus lágrimas corren despavoridas por sus mejillas y no para de gritar de furia por la muerte de su mejor amigo.

Brian está muerto.

Me desvío de mi trayectoria y voy directo a ellos, me hinco frente Henry y sostengo la cabeza de Brian. Éste tiene los ojos cerrados y sangre sale de su boca. Mis ojos se van hacia su abdomen, justo donde una herida sangra sin parar.

Quisiera tomarle el pulso, porque incluso podría ser posible que continúe vivo. Pero prefiero no hacerlo, pues me sentiré frustrada de no poder salvarle la vida en el caso de que aún viva.

—Brian no, Brian no — repite Henry desconsolado.

—Henry... vamos... saquémoslo de aquí — pido intentando pararlo, pero mi amigo se niega a ponerse de pie.

—¡Brian! ¡Despierta, carajo! — grita agitando el cuerpo de nuestro amigo, pero no hay respuesta —. No me hagas esto, prometiste que acabaríamos con esto juntos, dijiste que íbamos a embriagarnos luego de la victoria, no me dejes, Brian.

Abrazo a mi amigo en un intento de pararlo, sin embargo se niega, y no puedo dejarlo aquí, cualquiera podría matarlo también y él ni siquiera metería las manos.

—Henry, por favor — le ruego —, vamos, no puedes quedarte aquí, tenemos que irnos, ponte de pie ya.

—Brian, por favor — continúa éste.

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