Algunos custodios se acercan a cada familia entregando el formulario que debe ser diligenciado de inmediato. Es obvio que seré yo. Mia no cumple la edad para ir y si lo hiciese yo tampoco dejaría que eso sucediese.

Mientras mamá pone toda mi información en el registro, me doy cuenta de que dentro en ese papel descansa mi futuro. ¿Por qué ahora? Solo me resta un día para huir de aquí. Menos de veinticuatro horas.

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—Esto debe ser una broma, una de muy mal gusto —rechista madre cuando entramos a casa tras entregar el formulario.

Su rostro está plagado de lágrimas de impotencia mientras yo trato de hacerme la fuerte, ocultando el nudo que tengo atascado en la garganta. Él me lo dijo, me aseguró que tenía el poder suficiente, pero jamás creí que lo usaría para algo así.

Rose se ha ido asustada por lo que nos depara el destino, ella no quiere volver al palacio. Todos los demonios de su pasado la perseguirán allí. Sufrirá mucho más que yo.

—¿Te irás a vivir al palacio, Emily? —pregunta Mia con un gesto triste —. ¿Las maletas no eran para ir a visitar a la abuela?

—Dios mío —gime mamá con dolor —. Parece que lo hubiese adivinado. Que hubiese sabido que este fin de semana partías de Palkareth. Te ha tomado hasta con el equipaje hecho. Ese hombre es un desalmado.

—Díganme que no es cierto —Las súplicas de papá irrumpen la casa cuando pasa el umbral, desesperado —. Díganme que ese hombre no ha hecho lo que dicen.

Mantenemos silencio, por lo que arremete de nuevo.

—¡Díganme que no es cierto! —grita con furia —. Él no puede ser peor que su padre. Díganmelo por favor —su voz se quiebra, angustiado.

Lágrimas caen por mis mejillas y ni siquiera voy a intentar detenerlas. Esto duele, todo duele. Papá me rodea en un abrazo, como lo hace cada vez que estoy quebrantada, cada vez que me lastiman, que me hieren. Mi llanto mancha su camisa, cuando me refugio en su pecho.

Van a separarme de todo lo que conozco. De mi casa, mi familia, mi vida entera. Esta es una guerra personal que no puedo detener y en la que tengo todas las de perder.

—Ya ibas a irte, pequeña. Si hubiésemos adelantado tu viaje, esto no estaría pasando. ¿Tanta es su obsesión contigo?

—Él ya no es el mismo, padre, no es el Stefan que conocimos —revelo entre sollozos.

—No puedo creer que una vez haya confiado en ese hombre.

—Todos nos equivocamos, no es solo su culpa.

—Si perteneciésemos a la clase noble, no te llevarían. —Puedo sentir su ira. Quiere culparse por no tener un título y poder salvarme con él.

—Si fuésemos de la nobleza se habría inventado alguna excusa para retenerla del mismo modo que hace ahora —señala mamá para quitarle la carga que se ha puesto encima y aunque me cueste aceptarlo, tiene razón.

—Mily —Susurra mi hermanita, acercándose cuando papá me suelta. No puedo evitar pensar en lo mucho que voy a extrañar su voz —¿Voy a poder visitarte?

Mi alma cae en mil pedazos, mientras me inclino para abrazarla.

—Eso espero —respondo con sinceridad.

—No quiero que te vayas.

—Yo tampoco quiero irme, Mimi. Prometo que haré todo lo posible por verte seguido.

Esa es una promesa que no sé si lograré cumplir, pero lucharé inalcanzablemente por volver a la vida como la conocía antes de Stefan, porque si retenerme contra mi voluntad es su estrategia de guerra, mi ofensiva de ataque no le hará las cosas tan fáciles.

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