Pero Hauser ni quería ni podía, ¿Para qué quitarles la diversión a sus hombres? Se pondrían en su contra y se quejarían por el mal manejo de las provisiones en el barco, él haría lo que fuere necesario para evitar un motín.

—No puedo mi lady, ya que no he sido yo quien ha esparcido los rumores sobre vuestra virtud.
—Es posible que gracias a esto, dichos rumores lleguen a oídos de mi prometido y cuando se entere de la calumnia pobre y estúpida que me habéis infundado, estoy muy segura de que querrá vuestro cuello.
—Se ve que no conocéis a vuestro futuro marido, dudo bastante que haga algo más que repudiaros...
Por un momento la mujer flaqueó, ¿Era su futuro marido tan horrible y cruel?... o quizá era una treta de Hauser para despistarla.
Meneó la cabeza y frunció aún más el ceño, decidió que ignoraría el comentario.
—¿Por qué permitís que esto pase?
—Porque es lo que un capitán debe hacer. Apartaos de mi vista, mujerzuela.
Al escuchar el insulto hacia su hermana, Rupert reaccionó abalanzándose sobre Hauser y logró atestarle un puñetazo en la nariz, de inmediato el capitán le regresó el golpe, lanzando al muchacho sobre una mesa y aturdiéndolo lo suficiente para que apenas pudiera levantarse.

Dejó clara su derrota, al capitán no le gustaba pelear con niños precisamente, porque terminaban perdiendo de todas formas... no era divertido.

—¿Habéis osado golpear a vuestro capitán olvidando vuestro miserable lugar en este barco?, ¡Merecéis la muerte! -chilló uno de los abrazafarolas de Jonathan, no obstante, antes de que otro enardecido caballero saliera a su defensa Hauser habló:

—Metedle en la mazmorra.

De inmediato acataron la orden, mientras que por su parte a Hannah la arrojaron en la habitación donde había pasado los últimos días.

—Por favor, no dejéis...

—No seáis llorica —señaló el hombre que la condujo a su nuevo encierro, estudiándola con unos profundos ojos verdes que denotaban una inteligencia que no pasó desapercibida.

—¡No! Escuchadme —jadeó—, por favor...

Sin embargo, en vano fueron sus gritos ya que le cerraron la puerta en la propia cara. ¡Que insolencia!, ¡Mi prometido os matará cuando se entere! —chilló desesperada.

●ღ●

Días más tarde, Hannah fue dejada en un puerto alemán. La habían arrojado mientras dormía como un costal de patatas, sin preocuparse por si estaba herida y mucho menos tratándole con la delicadeza que merecía.

¡Eran unas bestias salvajes!
Una vez despierta y consciente del lugar donde estaba, procedió a levantarse llena de esperanza, pensando en la posibilidad de que Rupert estuviera allí, de que tal vez ambos habían sido arrojados en el puerto y que él se había levantado a buscar comida. Buscó en todos los lugares que le fueron posibles, sin embargo y por desgracia, apenas pudo comunicarse. Dado a que se preparó desde su niñez para saber magiar a la perfección, nunca mostró interés por otros idiomas, excepto el francés y el español; y cuanto se odiaba por no haber aprendido aunque fuere un poco de alemán.
Estaba exhausta y había dormido en el piso, sus músculos estaban entumecidos y ni hablar del desastre que era su cabello, no había tenido tiempo de arreglarlo y no estaba nada presentable para el público que le rodeaba, con su aspecto no le creerían si dijera que sería la futura esposa de un conde, estaba segura de que pasarían sobre ella.

Con rapidez se escabulló entre la gente y se adentró en un recinto de poca monta —el lugar más cercano—, buscando un espejo donde pudiera verse por lo mínimo, presentable.
Por fortuna encontró uno y entonces con prisa se dedicó a estudiar su aspecto. Contempló de inmediato su perfil, deprimida por su semblante decaído, no había comido en días y había pasado mucha hambre en la embarcación, por lo que no era de extrañar que estuviera tan escuálida.

Boldog Szilva: Ciruela Feliz libro 1 [Sin Editar]Where stories live. Discover now