EL PROMISCUA [03]

4.5K 594 38
                                    

Llegué a las oficinas de la revista a media tarde

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegué a las oficinas de la revista a media tarde. Dije "hola" a todos los que me saludaban, pero no tenía la emoción de siempre para esbozar una buena sonrisa. Crucé pasillos casi en piloto automático hasta que di con la oficina de mi amiga, Georgia.

No toqué la puerta, entré y cerré. Incluso bajé las persianas para que nadie pudiese vernos dentro de la oficina de paredes de cristal. Cuando me di la vuelta, Georgia ya tenía ambas cejas alzadas, desconcertada. Suspiré con pesadez antes de sentarme en la silla frente a su escritorio, me desplomé contra ella.

—Lo he hecho.

Fue lo único que dije y el silencio duró solo un segundo. Georgia entendió el contexto enseguida. Ella me había dado permiso para ocuparme de asuntos urgentes, como ¿por qué mi periodo llevaba atrasado una semana cuando siempre he sido alguien regular? O ¿por qué estoy cansada todo el tiempo y con ganas de vomitar? Mejor aún, ¿por qué una varita de plástico que contenía un poco de mi orina, dice que estoy embarazada?

¡Porque lo estoy! ¡Esa es la maldita respuesta! Tenía los análisis del ultrasonido en el interior de mi bolso. Se los entregué a Georgia, que seguía mirándome sorprendida. Tres semanas de gestación. Esto está mal.

—Demonios, Freya... esto es real. Vas a ser mamá.

—¡Ugh! —me quejé asqueada, echando la cabeza hacia atrás.

Georgia contuvo la sonrisa, mordiéndose los labios. Ella sabe mi estructurado plan de vida. No había embarazos o matrimonios, hasta llegar a mis 30 años. Quería ser libre todo lo posible, sin ataduras de ningún tipo. Sin preocuparme por nadie más que por mí, razón por la que ni siquiera he osado a conseguir una mascota. No quiero a nadie dependiendo de mí, cuando soy una egoísta con mi tiempo.

—No hagas esa mala cara... no creo que tener un hijo sea una mala idea, Freya —siguió Georgia.

Dejé de mirar al techo para prestarle atención a la atractiva morena frente a mí. Ella casi alcanzaba la edad a la que yo empezaría a sentar cabeza en cinco años, o al menos pensaría en la posibilidad de hacerlo. Sin embargo, Georgia no era la mujer adecuada para darme aliento cuando ella está igual de soltera y sin ningún compromiso que yo.

—Georgia... —le dije, aburrida— dime ¿cuántos hijos tienes?

Ella lo pensó dos segundos, antes de arrugar su nariz en discordia. La respuesta era cero. Georgia es una mujer que ama su trabajo, como yo, la revista es también mi bebé, no necesitaba que tuviera un hermanito de carne y hueso.

—Buen punto —aceptó resignada, antes de motivarse de nuevo—. Pero mira el lado positivo, tenemos un alto porcentaje de mujeres con hijos que nos leen, y aunque sea quieren un artículo relacionado al tema. ¡Tú podrías ser esa persona!

Hice una cara de desagrado, como si ya pudiese oler mi futuro de pañales sucios y vómito infantil en mis chaquetas de Chanel.

—A ver, Freya, ¿quién mejor que tú para contar la experiencia de una madre primeriza?

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora