WANTED [14]

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La salida hacia el asilo de ancianos obligó a Mick a posponer la mayoría de su itinerario. Claro que no le molestaba dejar todo de lado para pasar un momento de calidad con su chico, para verlo hacer un nuevo amigo y mantener una sonrisa en su rostro mientras perdía partida tras partida de dominó, porque no era bueno jugando, pero era lo menos que le importaba a Scott.

Una vez regresaron a casa, Mick dejó pasar la única tarea que Scott tenía pendiente: contarle sobre Arthur. Se recostó una media hora con su chico, hasta que este quedó totalmente dormido. Solo entonces regresó a la sala de estar para iniciar a trabajar. Permaneció en silencio, porque le gustaba trabajar así, sin mucho ruido o música de por medio para concentrarse en sus deberes.

Una hora antes que se cumpliese el tiempo que deseaba que Scott dormitase, el chico se levantó. Lo escuchó al salir de la cama y usar el baño. Lo escuchó caminar sin miedos hacia él. Lo escuchó detenerse, de pronto consciente que solo usaba ropa interior. Mick podía imaginarse ese loco hámster en la cabeza de su chico, corriendo a la velocidad de la luz.

—Hola, chico —Mick lo saludó sin verlo a los ojos, terminó de escribir una frase y volvió su rostro hacia el rubio que seguía de pie al final del sofá—. Ven aquí.

Scott se sintió mejor al ver la serena sonrisa de Mick que iluminaba sus oscuros ojos. El rubio inhaló hondo y se acercó hasta pararse de frente a Mick, no muy seguro si debía sentarse en el sofá o no. Cuando Mick lo vio dudar, el hombre cerró su portátil, dejándola sobre la plaza vacía en el sofá, separó sus piernas y con un gesto de sus ojos, hizo que Scott se arrodillase entre sus muslos.

Espalda algo arqueada, trasero sobre sus talones y dedos ansiosos aferrándose a la tela de su pantalón. Mick pasó una mano por esos rubios mechones despeinados, quitándolos del rostro de su bello chico.

—¿Dormiste bien, principito?

—Sí...

Ojos miel brillaron con expectación cuando se acercó lo suficiente para dejar un sencillo beso en la comisura de sus sonrosados labios. Escuchó un suave jadeo que lo hizo sonreír.

Mick volvió a recostarse contra el respaldar del sofá, apretujó la barbilla de Scott y con la almohadilla del pulgar acarició su labio inferior antes que el rubio lo sorprendiese dándole un suave besito que lo hizo reír entre dientes. Era un dulce chico, un pequeño mentiroso demasiado follable para ser duro con él.

—Scott, ¿recuerdas lo que hablamos ayer?

Scott frunció su ceño y negó despacio apenas moviendo su cabeza.

—Sobre lo que pasó en el bar, y los diez minutos que estuviste fuera de mi vigilancia. Te dije que te daría tiempo para decir la verdad, ¿recuerdas?

Fue doloroso para Mick ver desconcierto y miedo en los ojos de Scott. Él era suficiente capaz de mantener a su chico a salvo, solo que Scott no lo creía del todo, o no tendría problemas para decirle la verdad, para involucrarlo al cien en su vida. Mick sabía que no podía exigírselo, debía ganárselo, pero asuntos serios como tratar con mafiosos peligrosos, era un tema aparte a su proceso de confianza con su actual chico. No podía permitir que le ocultase cosas así.

—Dijiste que me darías un día —murmuró Scott haciendo una mueca de dolor al solo imaginar decir la verdad.

—Se suponía que me lo dirías en la mañana. Lo he dejado pasar porque estabas nervioso por la visita a Saint Francis, no quería poner más presión sobre tus hombros. Dime lo que has pensado, ¿me dirás qué hiciste?

Scott negó una vez y se detuvo para pensarlo mejor. Apretó sus labios, no muy seguro cómo salir de esta sin ocasionar una guerra. No quería que Arthur cumpliera sus amenazas. Mick le gustaba mucho, demasiado, era lo mejor que le había pasado en años.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora