Empezamos a empujarnos el uno al otro mientras él sonreía malévolamente. Papá puso los ojos en blanco.

—Niños, no empecéis —mi madre estaba usando uno de los pañuelos dramáticamente.

—Bueno, ¿vamos a casa? —preguntó papá, incómodo, al ver que todo el mundo nos miraba.

Hacía mucho más frío que en casa de Ross. Me abracé a mí misma, siguiéndolos. Dejé la maleta en el coche de Spencer y subí a la parte de atrás, con mi padre. Mi madre no dejó de darse la vuelta durante todo el camino, preguntándome cosas sobre la Universidad, sobre mis nuevos amigos y sobre todo lo que pudiera venírsele a la mente.

—No la agobies —protestó mi padre.

—No pasa nada —aseguré.

Cuando vi que entrábamos en mi calle sonreí y miré por la ventanilla. Nuestra casa era la del final, con vistas al mar, que en esos momentos apetecía poco por el frío que hacía. Además, la playa siempre estaba sucia por la gente que iba a emborracharse ahí por la noche y dejaba sus botellas por la arena.

Spencer dejó el coche dentro del garaje y me ayudó con mi maleta entrando en casa.

El olor a casa me invadió las fosas nasales. Ni siquiera recordaba que tuviera un olor particular, pero acababa de descubrir que me encantaba. Pasé por la cocina y me agaché cuando una enorme bola de pelo se acercó corriendo a mí.

—¡Biscuit! —exclamé, dejando que mi perro me lamiera la cara.

Estuve un buen rato acariciándole la espalda y la cabeza mientras él me lamías las manos felizmente. Después, me detuve en la sala de estar, donde mis otros dos hermanos mayores, Steve y Sonny estaban discutiendo algo sobre un partido que estaban mirando.

—¡Hola! —los saludé alegremente.

Ellos me miraron y pusieron mala cara.

—Oh, no, ya está aquí otra vez —murmuró Steve.

—Mucho ha tardado en volver —Sonny asintió con la cabeza.

—¿En cuánto estaba la apuesta?

—Yo dije que duraría dos semanas, tú un mes, Spencer tres meses y Shanon que no volvería nunca.

—Pues no ha ganado nadie —me crucé de brazos—. ¡Podríais fingir que me habéis echado un poco de menos!

—Teníamos un cuarto de baño solo para nosotros —Steve me miró como si fuera la culpable de todos sus problemas.

—Sí, se acabó la paz en esta casa.

—¡Yo también os quiero, idiotas!

Me lancé sobre ellos y les di un abrazo de oso del cual protestaron todo el rato. ¿Por qué era tan divertido molestarlos? Por si fuera poco, Biscuit se animó a la fiesta y se lanzó sobre mí, por lo que estábamos los dos como un peso muerto sobre ellos.

Eran los famosos hermanos del taller de coches. Por cierto, eran los que habían hecho que no tuviera dinero para seguir en la residencia.

No estaba segura de si estar enfadada o agradecida por eso. Después de todo, habían hecho que fuera a vivir con Will, Sue y... Ross.

La mayor de mis hermanos era Shanon, que vivía con su hijo a unas manzanas de ahí. Después, estaba Spencer, que en esos momentos era profesor de gimnasia en el instituto local. Después estaba Steve y, después de él, Sonny. Yo era la última, la más baja y el objetivo de casi todas sus bromas pesadas, que eran frecuentes.

—Abrazad a vuestra hermana —protestó mi padre cuando pasó y vio que intentaban apartarme.

—Quita —protestó Sonny—. Estábamos haciendo cosas importantes.

Antes de diciembre / Después de diciembreWhere stories live. Discover now