CAPÍTULO 11

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Capítulo final
Bueno mis lectores, hasta aquí llegó esta historia, espero les haya gustado. Fue corta pero bonita.....

Cuando la vio caer, creyó que su vida se iba con ella. Temió perderla. Ahora, iba con ella en su jet privado. Estaba recostada en el sillón, enfrente de él, con sus ojos cerrados. Esos hermosos ojos que ya nunca más volverían a ver la luz. Se maldijo por no haber estado con ella en esos momentos tan difíciles.

Giró su rostro a la ventanilla apoyando la cabeza en el sillón y suspiró. Había tenido una discusión con Josh por ella.

—Debes darle tiempo —recordó cómo le había gruñido. Parecía una gallina protegiendo a su pollito—. ¿Qué piensas hacer? Hay que arreglar el desastre de una boda prácticamente cancelada. Dime, ¿piensas tomar el lugar de Max?

Sabía por qué le había hecho la pregunta. Su hermano sabía más que nadie de su obsesión por el control. De su aberración a que lo tocaran y casarse era dejar que tu esposa te tocará por más asco que tuvieras. Pero... Cuando había tenido a Malena en sus brazos se sentía libre. Sentía que ese asco hacia el tacto de otras personas pareciera infantil. Y su control... Sonrió, aunque parecía el más controlado de todos, el control de sus emociones lo había perdido en el momento en que su padre lo había impedido a buscarla.

Quería estar con ella, y si para eso debía casarse con ella... pues lo haría.

Empezó a recobrar la conciencia. Sentía dolor en la espalda. ¿Cuánto tiempo llevaría inconsciente? ¿Era un sillón en el que estaba? ¿Eso era un motor de avión? Pero se escuchaba diferente. Definitivamente no era el avión de Max. Empezó a  asustarse. ¿Dónde demonios estaba? Y lo más importante, ¿a dónde rayos la llevaban?

— ¿Por qué no estoy en el avión de Max? —preguntó ella sobresaltada.

— ¿Cómo sabes que no estás en el avión de Max? —escuchó su voz aturdida. Como si acabara de aterrizar de algún lugar de su mente.

— Él habría hecho que me recostaran en la habitación del avión —había dicho desorientada.

— Decidí traerte conmigo porque necesitamos hablar.

Ella frunció el ceño profundamente. —¿De que? ¿De por qué nunca llegaste? ¿De por qué nunca me buscaste?

— Sí te busqué. Por todos estos años estuve buscándote inútilmente porque la única pista que tenía era la dirección de tu casa.

Oyó desepero en su voz. Quería creerle. Quería aferrarse a esa pequeña esperanza de estar con el hombre al que siempre había amado. Pero también... no quería salir dañada otra vez.

— Mientes. Shin...

— Kwan.

— ¿Cómo? —preguntó confundida.

— Mi nombre es Kwan. Shin es sólo mi apellido —aclaró.

— Ahora mismo me tiene sin cuidado como te llames —dijo furiosa. Lo oyó suspirar—. El punto es que tenías mi nombre completo y de haber querido encontrarme lo hubieses hecho.

Se veía enojada, de hecho muy enojada y rayos si no se veía hermosa. Estaba en silencio y peleando por aire. Quería abrazarla, explicarle el porqué no tenía su nombre pero le daba vergüenza.

La vio mover la cabeza, como si tratara de saber si aún estaba en su lugar o la había dejado sola. Suspiró llenándose de valor. Vio cómo detuvo su cabeza en dirección a él. Era increíble lo desarrollado que tenía el oído.

— La verdad... —comenzó a decir. La vio ladeando la cabeza como si así pudiera determinar si mentía o no—... Es que no tenía tu nombre —sabía que la vergüenza se escuchaba a kilómetros en su voz. La vio levantar la comisura de su boca en una media sonrisa falsa al tiempo que levantaba una ceja.

— No mientas. Si te lo dije de camino a mi casa antes de...

Vio cómo se sonrojaba y sonrió. —¿Antes de que cayeras encima mío y termináramos haciendo el amor? —dijo con picardía haciendo más profundo su sonrojo—. Que por cierto fue tan alucinante que no he podido olvidarme durante todos estos seis años —quizo hacerla poner más roja que la grana, pero lo único que consiguió fue que bajara la cabeza y la girara hacia un lado, impidiendo que leyera su rostro.

La observó. Tenía el rostro contraído por el dolor. ¿Dolor a qué? No lo sabía—. Lo cierto es que estuve tan concentrado en tí que no te escuché —notó la tensión de su cuerpo—. Sólo tenía ojos para admirar tu belleza y oídos para escuchar la melodía de tu voz, pero no tus palabras. Todos mis sentidos estaban puestos en tí. En cada movimiento que hacía tu cuerpo, tus ojos, tus labios. Me volvieron loco, tanto que sólo pensaba en hacerte mía, y cuando la limusina dio ese volantazo haciendo que cayeras encima mío... perdí todo control que pudiera tener. Cuando te dejé en las puertas de tu casa me dio vergüenza preguntar tu nombre porque estaba seguro de que me lo habías dicho pero no podía dejar que te dieras cuenta. Y cuando regresé por tí y vi que ya no vivían en ese lugar me quise volver loco. Contraté a varios detectives pero ninguno dió contigo. Había perdido la esperanza hasta que Josh me dijo, esta mañana, que te había encontrado...

No podía verlo. Sus palabras se escuchaban totalmente sinceras, sin embargo. No podía leer sus expresiones pero podía sentir la verdad en su voz, el dolor con el que hablaba. Quería creerle, necesitaba hacerlo. Levantó los ojos al lugar de donde provenía su voz y sintió cómo rodaba una lágrima por su mejilla.

—¿Josh también te dijo que perdí a nuestro hijo en el mismo accidente en el que perdí la vista?

— Sí. Y no sabes todo lo que me he maldecido por eso. Por no poder haberte encontrado a tiempo. Por no haberme tragado mi vergüenza y preguntar nuevamente tu nombre...

Ella se inclinó y sintió cómo, inmediatamente, él se acercó quedando de rodillas enfrente a ella. La sobresaltó el calor de su mano en su muñeca mientras la agarraba y la guiaba hasta su mejilla. La sorprendió notar que también estaba húmeda por sus propias lágrimas.

—He quedado ciega y es irreversible.

— No me importa. Yo igual te amo.

Ella sonrió entre lágrimas y sintió cómo los músculos de su rostro se movían mostrando una sonrisa. Una sonrisa que compensaba la suya, entonces rió.

—Yo también te amo... Aunque no te pueda ver...

— En ese caso, debería ser importante —dijo Kwan sosteniendo aún la mano de ella sobre su mejilla y sonrió al verla desconcertada.

— ¿De qué estás hablando? —preguntó Malena con el ceño fruncido.

— Hace un rato me dijiste que no te importaba como me llamara, entonces... ¿cómo pretendes llamarme cuando ya estemos casados?

Ella abrió la boca asombrada y él sonrió por su gesto. —¿Me estás diciendo que...?

— Sí Malena. Quiero ser quién te despierte en las mañanas y que seas lo último que vea antes de dormir. Quiero ser tu aire como tú eres mi alma. Dime Malena, ¿te casarías conmigo?

— ¿Aunque no te pueda ver?

— Aunque no me puedas ver. Sabes que puedes confiar en mí.

— Sí. Me casaré contigo.

Él se inclinó un poco y la besó. La besó como quiso hacerlo en el momento en que supo que la habían encontrado. Estaban si aliento, pero preferían morir en brazos del otro a separarse nuevamente.

— Señor Kwan. Prepárese para aterrizar —la voz de Albert lo hizo separarse de ella. Juntó su frente con la de ella y suspiró, ella sonrió.

Ella lo sintió alejarse y escuchó cómo abrochaba su cinturón de seguridad. —¿Sabes que es lo mejor? —le oyó preguntarle.

— No. Dímelo.

— Pués que nuestra boda nos está esperando.

El corazón de ella galopó desbocado. ¿Qué quería decir con aquello? —¿Quieres casarte hoy mismo? —sabía que había escepticismo en su voz.

— Claro. Ya hemos esperado mucho tiempo. Seis años son demasiado.

No esperaba esa respuesta, pero tenía razón. Habían esperado demasiado...

Aunque no te pueda verWhere stories live. Discover now